Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2021

Anna.

Anna entró a la cafetería, abrió el periódico y se apresuró a buscar en el alguna nota que hablara sobre la captura de Hammer. De nuevo, otro día sin tener noticias de su paradero. Pensó por un momento que podría estar muerto, quizás por eso nadie hablaba de él pero seguramente su muerte sería una noticia que acapararía los titulares de los periódicos. Cerró el periódico y frunció el labio, necesitaba volver a Hill Crest, saber cómo se encontraba Jeffrey, qué había pasado con Craig. A final de cuentas ella no era culpable de nada, al menos eso creía. Cruzó los brazos por encima de la mesa y recargó su cabeza sobre ellos, llevaba días sin dormir y lucía demacrada. Además tenía poco dinero y mucha hambre. La mesera se aproximó de inmediato y le sirvió una taza de café y le dio una galleta. -¡No! -hizo una pausa-, es que no tengo dinero. -No es nada -dijo y se dirigió a servir a las mesas. Anna observó la galleta pudo devorarla en ese momento pero sabía que si la guardaba tendría comida p

Algo riesgoso.

Mientras Alexander preparaba el café Michelle se sentó en la sala, recargó los codos sobre sus rodillas y fijó la mirada en el piso.  Él parecía molesto, no hablaba, no la miraba, ni siquiera la saludó cuando entró al departamento. Estaba molesta de igual forma y entonces entendió todo, pensó que él estaba a punto de terminar con ella. Su mente hiló un montón de respuestas ante los posibles argumentos que él diera. Así entonces giró la cabeza y vio una revista tirada en el suelo que llamó su atención y entonces entendió todo. El encabezado rezaba "Salen a la luz más nombres" seguido por "empresas involucradas en desfalco millonario... varios nombres involucrados en severas investigaciones por lavado de dinero y fraude". Alexander soltó la taza de café, ella se levantó de inmediato del sillón y lo observó conteniendo sus ganas de hablar. Lo único que deseaba era decirle que no creía nada de lo que decía la revista pero lo conocía, nada de lo que dijera lo sacaría de

¿Podemos cambiar?

El departamento de Sandy estaba lleno de zapatos, todos tirados en la sala frente al espejo. Ella estaba sentada en la orilla del sillón con el estómago revuelto por el café que había bebido y los cigarros que aún no había fumado. Miró su reloj, su cita estaba a punto de llegar y ella aún no decidía que zapatos usar. Había cometido el error de ponerse ese vestido morado que no combinaba con alguno de sus zapatos y ya era muy tarde como para cambiarse de ropa. El timbre de la puerta sonó, metió los pies dentro de sus tacones rosados y abrió la puerta.   Un enorme ramo de rosas rojas cubría la cara de Henry. Pudo ser una sorpresa agradable para ella sin embargo le pareció todo un cliché. Intentó sonreír, sujetó el ramo y lo apartó del rostro de Henry. Él era agradable pero no era Jay y nunca lo sería. Hacerse a la idea le costaba trabajo pero de una u otra forma tenía que olvidarse de él. Tomó su bolsa y sus llaves y salió del departamento tomada de la mano de Henry.  Él no lo sabía pero

Una difícil decisión.

 No podía evitar sentirme culpable, era como si lo estuviera engañando y eso me hacía sentir miserable. El lunes entré a la consulta fingiendo que todo iba viento en popa, lo cierto era que había decidido, tal vez, cambiar de doctor. Era cuestión de tiempo y el reloj comenzaba a taladrar mi cabeza, o tomaba el tratamiento o buscaba una segunda opinión. -¿Cómo estás? -Bien -respondí acomodando mi espalda en el sillón. -He estado hablando con Sergio estos últimos días, hemos hablado de tu caso en especial y de lo complicado que resultaría una maniobra mal planeada. -¿Acaso no hay forma de saber cómo podría quedar?, algo así como planear la cirugía antes de realizarla. -Bueno para eso están los modelos. -Claro, pero algo más tecnológico. -Eso viene más adelante. Oh Dios, cómo decirle que ya no pensaba operarme, al menos no tan pronto y tal vez no con él. Vaya dilema en el que me encontraba. No tenía dudas de que me encontraba frente a un eminente doctor, reconocido, que había estudiado en

La despedida.

 Aquel hombre del que se despidió afuera del hotel la miró antes de subirse a su auto. Quería decirle algo pero no se atrevió.  Ella se quedó parada en el parque viendo como se marchaba, el viento aventó su cabello sobre su rostro y pensó que quizás esa sería la última vez que lo vería. Le sonrió y bajó la mirada esperando que eso fuera suficiente para que él se fuera, dolería menos si mostraba indiferencia.  -No hay taxis. -Parece que no. -¿Quieres que te lleve? -No, esperaré una rato más. -De verdad no creo que pase alguno. -Está bien, no tengo prisa. -Es que es tarde, no me parece bien que estés aquí esperando en especial estando sola. -¿Ahora te compadeces de mí? -Sue, sabes que las cosas no son así. -Hace unos minutos me decías que deberíamos seguir nuestras vidas y ahora te preocupas por mí, vaya que me confundes. -No me refería a que dejaras de interesarme por completo solo a que necesito tiempo, quiero pensar bien lo que voy a hacer con mi vida. -Sabes que me sorprendería

El amigo de Mau.

 Sienna entró a la casa, era de mañana, no tenía reloj así que no podía saber la hora exacta pero el sol entraba por cada una de las ventanas del recibidor.  Escuchó risas provenientes del comedor, supuso que se trataba de su padre y su esposa de modo que decidió subir sigilosa a su habitación. -Sienna -gritó Lola. Ella se detuvo en el descanso de la escalera y sin girarse respondió. -¿Qué pasa? -Tu padre te espera en el comedor. -No tengo hambre. -Nena por favor ve. -¿Para qué nana?, no quiero conocer a esa mujer. -No empeores las cosas, ya está bastante furioso porque no pasaste la noche en la casa. -Y quién se lo dijo. -Se dio cuenta, llegó anoche y fue a buscarte a tu habitación. ¿En dónde estabas? -Sienna -dijo el señor De Wit. La joven volteó lentamente, cruzó los brazos y lo miró por encima del hombro. -Hola papá -dijo y continuó caminando. -¿Acaso no merezco un abrazo? -Tal vez luego, estoy muy cansada y quiero ducharme. El señor De Wit subió furioso las escaleras, Sienna se ma

Sienna.

Sienna había vuelto a casa tras 7 años de estar lejos. Ya no era la pequeña niña que Lola recordaba. -¿Cómo estás pequeña? -se acercó queriendo abrazarla. -Bien, gracias -respondió limitándosela a sonreír. -Soy Lola, ¿no me recuerdas? -Claro. -¿Mi padre?, tienes alguna idea de por qué no fue por mí al aeropuerto. -Llegará más tarde, ordeno que tuviéramos todo listo para tu regreso. Tu habitación está lista. -Eso no fue lo que te pregunté. -Lo sé pero él no quiso que te diéramos más detalles al respecto. -¿Conoces a su nueva esposa? -No, para todos fue una sorpresa la noticia de su boda y tampoco conocemos a esa señorita. -Lleva las cosa a mi habitación, yo iré a dar un paseo. -Le diré a Luis que te lleve. -No, tomaré uno des los autos que están en el garaje. -Pero... -Qué, ¿algún problema?. -Es que no creo que a tu padre le agrade que tomes las cosas sin su permiso. -Me parece que ese no es tu problema. Ya me las arreglaré con él cuando decida aparecerse, aunque dudo mucho que le impor

No te vayas.

Sienna estaba parada en la entrada de la sala cuando escuchó los gritos de su madre. Su padre le ordenó a Lola llevarla de inmediato a su habitación. Ella no entendió lo que pasó en ese momento. Se recostó en la cama y Lola se mantuvo a su lado unos minutos hasta que se quedó dormida. Cerca de las 5 de la mañana abrió los ojos cuando sintió una caricia en la mejilla. -Eddy, qué haces aquí. -Necesitaba hablar contigo.  -No puedes esperar a que amanezca, tengo mucho sueño. -No tengo mucho tiempo. -Mamá está preocupada por ti, deberías ir a su habitación antes de ir a dormir.  -Antes necesitaba hablar contigo. -Ya lo dijiste pero no sé si pueda escucharte, los ojos se me cierran. -Debo irme. -A dónde. -Lejos pero no quería hacerlo sin despedirme de ti. -¿A dónde vas? Quiero ir contigo. -No. -Por qué. -No puedo llevarte conmigo. -¿Cuándo volverás? -No lo haré. -¡Qué!, entonces no puedes irte, no voy a permitirlo. -No puedes evitar que lo haga. -Claro que sí, te voy a agarrar tan fuerte que