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Mostrando entradas de julio, 2021

El año de la marmota.

Tenía 16 años cuando él me dejó sola en aquella banca del parque. Era 6 de Enero y los niños corrían con sus juguetes nuevos rodeando la fuente de los frailes. En 10 días sería su cumpleaños y lo único en lo que pensaba era en lo mucho que me había lastimado el corazón con su traición. Traición de la que nunca tuve pruebas pero me dejé convencer. Lo último que recuerdo de ese día es que me fui a la cama temprano, deseé con todas mis fuerzas que el tiempo volviera y al despertar habían pasado 20 años. "Las cifras no nos favorecen es por ello que declaramos un cierre total de todas las actividades no esenciales a partir de mañana y hasta el 31 de Marzo" Rezaba el locutor en la radio. Dejé lo que estaba haciendo de inmediato y me acerqué a la barra de la cocina, saqué una taza del estante y me serví un poco de café. Me asomé por la ventana, las calles estaban vacías, entonces apagué el radio y encendí la televisión. En todos los canales se hablaba de lo mismo. Pronto la calle se

La despedida.

Cuando entré a su habitación ella estaba postrada en la cama, a penas levantaba la mano. La muerte la acechaba, lo supe porque además de su aspecto cadavérico sus ojos verdes habían perdido el color, se habían tornado grises, sin vida. Giró ligeramente la cabeza y me observó llena de angustia y desesperación, como si quisiera decirme tantas cosas pero ya no tenía fuerzas para hablar.  Me hinqué a su lado y sujeté su mano, le sonreí y tragué mis lágrimas. Su voz se ahogaba antes de salir de sus labios, acerqué mi oído y escuché un par de palabras: "él es un buen hombre, te ama". Me hizo llorar, volteé a ver a Ben, su madre no sabía que él y yo hacía mucho que habíamos terminado. Ella creía que nuestros planes de boda estaban en pausa. Sentí un nudo en el estómago y me agobió la idea de que ella muriera creyendo algo que no era cierto, que más bien era imposible pero, a final de cuentas quién era yo para robarle esa ilusión en sus últimos momentos de vida. -No se preocupe, cuid

Las cenizas.

 El espejo del baño estaba empañado, pasé mi mano por encima de el y lo limpié. Tenía miedo de mirar mi reflejo, desde hace días no me reconocía, yo no era esa mujer débil e incapaz de reaccionar, yo era fuerte, decidida e independiente, al menos lo era hasta antes de conocer a Willy. Muchas cosas habían cambiado en mí y odiaba aceptar que todo se debía a un hombre. Estaba furiosa, no estaba bien depender de la presencia de alguien para ser feliz y lo sabía. En especial porque ese alguien se había dedicado en cuerpo y alma a hacerme infeliz. Me apresuré a vestirme y tomé mi bolsa, salí del departamento y al subir al elevador, cuando las puertas se abrieron la señora Roberts me sonrió al interior. Ella vivía en el último piso del edificio y la encontraba por lo general los viernes a las 12, ese día era jueves y no pasaban de las 9 de la mañana. -Hola hermosa, cómo estás. Le sonreí y subí al elevador, ella llevaba un carrito con bolsas en el interior, iba al mercado y se le hacía tarde s

Ya te extraño.

Ángel tocó a la puerta, mi corazón palpitó acelerado, antes de abrir revisé mi maquillaje y mi peinado, sería la primera cita que tendría en cerca de ocho meses.  Tomé una profunda bocanada de aire, después de que abriera ya no habría marcha atrás, mi relación con Ben quedaría en el pasado, esta cita representaría el comienzo de mi nueva vida. ¿Podría acaso dejar de pensar en Ben? Él estaba de espaldas parado frente a mi puerta, al abrir se giró, me sonrió y con total discreción me recorrió de pies a cabeza. -Romina Aragón, estás más bella de lo que recordaba, los años no pasan en balde. -Debo decir lo mismo de ti. -Oh no, yo he envejecido. -De la mejor manera. -Gracias, te traje estas flores. Añadió y me entregó un hermoso ramo de rosas rojas. -Son bellísimas, muchas gracias. ¿Quieres pasar? -Me gustaría pero hice reservaciones en el Sheraton y no quiero que lleguemos tarde. -Bien, solo las pondré en agua y nos iremos de inmediato. -¿Tuviste problemas para encontrar el departamento? -

El lago

 Sucedió en el verano de 1991, si me pongo a contar los años parece mentira que han pasado 30 años desde que lo conocí. Él estaba sentado en una incómoda silla de metal cerca del lago, leía un libro o una revista, no recuerdo bien qué era, lo que recuerdo es que tenía la pierna cruzada en escuadra y tan pronto me vio dejó lo que estaba leyendo sobre la mesa y sonrió.  No me sorprendió pues era la segunda huésped del hotel, pocas personas se atrevían a hospedarse en un lugar tan alejado y viejo. Yo prefería la paz que ese tipo de lugares dan, necesitaba alejarme de todo lo que me dañaba, de la gente, de los recuerdos que me sumergían nuevamente en la desgracia de lo que había pasado semanas antes en mi vida. Aquel día hacía calor, me puse un vestido de lino y trencé mi cabello con un listón que encontré en la maleta. Tomé una de las sombrillas que estaban en la entrada y bajé las estrechas escaleras de piedra llenas de moho y hierbas que llevaban al lago. Agité mi sombrilla, no muy lejo