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Mostrando entradas de agosto, 2021

Alguien diferente

  -Lily yo simplemente te amo -tragó saliva. -¿Tu crees? -¡Qué! -dijo con la voz entre cortada-, de qué diablos se trata todo esto. Estamos juntos, no llegamos hasta aquí por simple casualidad, fuimos hechos el uno para el otro, tenemos los mismos gustos y perseguimos las mismas metas, es así como funcionan las cosas. -Tal vez no somos el uno para el otro. -Qué intentas decir. -Que me he dado cuenta de que no quiero hacer las mismas cosas que tu haces, si te he complacido ha sido mi error, la verdad es que estos días he descubierto una nueva versión de mí. -Eso es absurdo -respondió irónico. -Por qué, se llama espontaneidad y es una parte fundamental en las relaciones. Yo no soy sumisa ni obediente, no me gusta tomar té por las tardes, no quiero escuchar música clásica por las noches, quiero bailar, salir a divertirme. -Por qué de pronto quieres hacer esas cosas. -Porque las personas cambian, lo siento Derek pero me equivoqué y estoy harta de fingir que soy la mujer ideal para ti. -¿Es

La usurera.

 Aquella vieja calle por la que transitaba la gente sin detenerse estaba repleta de gente. Me detuve en la esquina, tenía miedo de saber qué estaba pasando y entonces tomé una profunda bocanada de aire y continué caminando. El edificio que recién habían remodelado se encontraba acordonado, entre murmuraciones escuché que habían asesinado a alguien. Sentí un ligero escalofrío, en el último piso del edificio vivía una mujer que hacía prestamos a cambio de alguna prenda de valor. Se llamaba Magda y días antes le había llevado un escapulario de oro.  Su casa era perturbadora, tenía cortinas de terciopelo rojo y alfombras amarillas, sus muebles estaban cubiertos de polvo y encima de ellos había un par de sábanas con orilla de macramé pero sucias sin embargo eso no fue lo único que llamó mi atención, sobre la mesa de centro había dos tazas de té a medio terminar. Pensé que quizás alguien se encontraba en su departamento pero no era de mi interés. Lo que si me interesaba era la fortuna que tu

Ha dejado de llover.

Me senté en aquella incómoda silla de madera mientras esperaba a que él apareciera, conté los minutos y parecieron una erternidad hasta que finalmente lo vi entrar al lobby del hotel.  Cerró su sombrilla y sacudió su gabardina, acomodó su cabello y caminó hasta donde se encontraba la recepcionista. Al verlo agité mi mano, él se aproximó con aquella sonrisa que abarcaba la mayor parte de su rostro y se sentó a mi lado. -Lamento la tardanza, llovía a cántaros y el tráfico se detuvo. ¿Llevas mucho tiempo esperándome? -No mucho. -¿Quieres que nos quedemos aquí o quieres que vayamos a otro lado? -Si está lloviendo, qué caso tiene salir. Además tengo que volver a la universidad antes de las 8. -¿Para qué? -Mi coordinador programó una asesoría con Henkel. -Son las 7. -No es mi culpa. -Lo sé, lamento haberte hecho esperar tanto. Te propongo algo, te llevaré a la universidad y después iremos a cenar. -No sé a que hora terminaré. En realidad creo que tenemos el tiempo exacto para hablar, no hay

Si no vuelves.

 Scott Parker había aprendido a vivir sin Irina. Eso no quería decir que la hubiese olvidado o dejado de amar. Lo que sentía por ella eran muy profundo, verdadero, nada ni nadie haría que se mermara ese sentimiento. La amaba tanto que estaba dispuesto a dejar de lado su orgullo y a aceptarla de vuelta como fuera, entera o en mil pedazos. Pensaba en eso al menos una vez a la semana cuando se encontraba sin ocupaciones y dejaba que su mente lo envolviera con recuerdos. Entonces se sentaba frente a su piano y empezaba a tocar, imaginaba cómo sería su vida si no la hubiera dejado ir, si en lugar de Joshep hubiera sido él a quien amara, pero encima de todo, pensaba en qué hubiera pasado si hubieran tenido un bebé antes de que Duncan reapareciera en sus vidas. Aquella tarde esperaba en el consultorio del doctor Nolan y mientras lo hacía leía los periódicos del día. Brooks había montado una exhibición en una galería del centro. Su fotografía se encontraba debajo de los encabezados, ella se ve

El chico del edificio.

 Mi vida era un terrible caos, todo estaba saliendo mal. No tenía cabeza para pensar en nada y no tenía ganas de hacer nada. Me la pasaba echada en la cama viendo hacia el techo, de vez en cuando me movía solo para ir al baño, tomar agua o comer un pastelito de la alacena. Estaba en banca rota, no tenía empleo, no tenía a nadie a quien recurrir y me sentía ofuscada. El timbre de la puerta sonó tantas veces que pensé podría ser algo importante, me levanté de la cama y abrí la puerta. Encontré un periódico en el suelo, alguien había marcado un anuncio: "Se solicita ayudante", el sueldo no era bueno pero de eso a nada. Me pareció interesante, podía ir caminando, no estaba muy lejos de donde vivía. Me cambié y salí de mi departamento, hasta llegar a la oficina, dudé en entrar al edificio pero ya estaba ahí. Tomé las escaleras porque el elevador tenía un enorme letrero que decía que estaba fuera de servicio. Al llegar al cuarto piso entré al consultorio, el lugar estaba vacío, me

Clare.

 Clare entró al estudio en donde se encontraba su madre leyendo unos papeles que había sacado del archivero, tan pronto vio a su hija se puso en pie y la alcanzó muy cerca de la puerta. -¿Necesitas algo? -Daniel. -Qué pasa con él.  -Creo que deberías hablar seriamente con él, no ha madurado, es un cretino y se porta como si fuera el dueño de la casa, exijo que le aclares que no soy su sirvienta. -Es el dueño de la finca. -También yo lo soy. -Es diferente querida, cuando tu padre muera él será quien legalmente administre todo. -No tiene ni idea de en donde está parado. -Estuvo fuera 6 años, necesita acoplarse nuevamente a esta vida. -¿En serio crees que se quedará aquí? -Debe hacerlo, es el hombre de la casa. -Hay mamá, no puedo creer que pienses eso. Daniel se irá tan pronto reciba su parte de la herencia, nosotras no le importamos en absoluto. -Por favor no digas esas cosas, no tienes fundamentos. -Es lo que veo. Ya no tengo 12 años, no voy a permitir que tome decisiones por nosotras.

Dos palabras.

El mujeriego Daniel Weaver llegó a Crowford una lluviosa tarde de verano. Bajó del tren con todas sus maletas y espero a que el chofer de la familia pasara por él. Mientras esperaba entabló amistad con al menos 3 mujeres, dos ellas le ofrecieron su casa, la última era la vendedora que estaba en la taquilla. El señor Weaver, padre de Daniel, estaba delicado de salud, de manera que Daniel no había tenido más opciones que volver a casa y enfrentar a su madre. Clare, su hermana menor también se encontraba en la casa pero ella no representaba mayor problema, en especial porque era sumisa y obediente. Clare tenía 18 años, el cabello rizado, ojos grises y piel pálida, era flaca como una tabla a decir de Daniel. La genética no la había favorecido porque a diferencia de su hermano no era tan atractiva como él. Daniel le llamaba ratona, porque siempre se escondía en los rincones cuando alguien llegaba a la casa. A diferencia de Daniel, ella era tímida, discreta, prefería la compañía de los libro

Aquella vieja versión de mí.

 Shanon dio un par de saltos sobre el hielo y justo antes de tocar el suelo alzó los brazos, sintió la libertad en su cuerpo. Tenía la cara tiesa, apenas pudo sonreír cuando Malagan se acercó a ella y extendió su mano para ayudarla a ponerse en pie. Ella se puso en pie y lo miró de manera prepotente, no esperaba que fuera él quien se acercara a ayudarla. -¿Qué haces aquí? -Pensé que necesitabas mi ayuda. -Pues te equivocaste, disfruto mucho estando sola. Si necesitara de alguien no serías tú. -¿Entonces quién?, tus intentos por llamar la atención de Leon han sido inútiles. -Lo dices tu. -Solo digo lo que veo. -Pues ahorra tus comentarios, a nadie le interesa saber tu opinión. -¿Por qué eres así conmigo?, acaso me perdonarás en algún momento o vas a vivir siempre con rencor por lo que pasó entre nosotros. -No lo sé, en estos momentos no tengo cabeza para perdonarte, tan solo pensar en ello me llena de rabia. -Eres chistosa, recuerda que gran parte de lo que pasó no fue solo mi culpa. -E

El señor Parker.

Tratando de olvidar su pasado y todo lo que lo ataba a el, Scott Parker estaba de visita por Marruecos. Necesitaba reinventarse, pensar profundamente en qué haría con su vida ahora que  se había visto obligado a aceptar el divorcio. Sabía que Irina estaba con Duncan y que ambos tendrían un hijo, un hijo que estuvo dispuesto a amar y a quien pensó darle su apellido si ella no se hubiese ido de su lado. Habría dado todo con tal de tener la felicidad que Duncan le había robado. Le dio un último sorbo a su té, tomó el libro que recién había comprado y se puso en pie. Se desplazó por aquellas calles llenas de gente y ruido. Caminó entre los puestos de flores y especias que destacaban entre los tonos sepias del lugar en el que se encontraba de paso. No podía engañarse, aún amaba a Irina y siempre lo haría. Aún la deseaba con todas sus fuerzas y tan solo imaginarla en los brazos de otro hombre lo llenaba de ira.  Ni siquiera el haber conocido a Diana Gallager logró sacar a Irina de sus pensam