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Mostrando entradas de diciembre, 2021

La teoría del caos.

Los pequeños cambios crean enormes diferencias respecto al resultado final. El haber visto a Rodrigo parado en la esquina de mi casa provocó que se me fuera el sueño. De modo que pasé toda la noche despierta, necesitaba una distracción así que continué trabajando en mi libro. Finalmente había logrado conectar con la historia y estaba entusiasmada. Eran las 8 de la mañana cuando Buster empezó a rascar la puerta, su amiga de la veterinaria pasaría por él en 5 minutos para llevarlo a pasear y después le daría un baño. Me puse en pie y antes de cerrar la laptop un mensaje de actualización apareció en la pantalla,  decidí que era un buen momento para reiniciar la computadora mientras me relajaba con un baño de burbujas. Así que llené la tina con agua tibia, le puse burbujas y sales aromáticas y me sumergí en ella. El día pintaba para ser perfecto.  Ya tenía escritos tres capítulos de mi libro, no tenía que ir a la oficina y planeaba tomar un delicioso y relajante baño antes de ir a comprar
Estimados lectores una disculpa por no publicar el jueves pasado, tuve un imprevisto que me impidió compartirles un post. Este jueves será publicado el último del año, tomaré una semana pero nos leemos el 4 de enero del 2022. Gracias por el tiempo que se toman al leerme, ¡felices fiestas! 

El domo parte 2

Nada de lo que había pasado la noche anterior había sucedido realmente. Ese fue el primer pensamiento que Alexa tuvo al despertar. Se sentía mareada, como si no hubiera descansado en toda la noche, una fuerte ráfaga de aire entró por su ventana tirando al suelo el florero que estaba en la mesa. Corrió a cerrar la ventana y se cortó el pie con uno de los vidrios, entonces sujetó su pie y buscó un paño con el cual detener la sangre que brotaba y así poder llegar al baño para limpiar la herida. Abrió la llave del agua caliente de la bañera y se sentó a un lado, al retirar el paño se sorprendió al ver que estaba seco y limpio. El vidrio aún estaba incrustado en su pie pero no había sangre y la herida cerró tan pronto lo sacó. Recordó encantes que nunca había visto su sangre, nunca se había cortado, ni fracturado un hueso, nunca había faltado a la escuela a causa de una enfermedad, no sabía lo que era tomar medicinas. Cerró la llave cuando el baño se llenó de vapor, limpió el espejo con su

El domo parte 1

Desde hace tiempo ya no pertenecía a este mundo. Bastó solo con que abriera los ojos para que se diera cuenta de lo tonta que había sido al dejarse manipular por las masas.  ¿Qué diablos tenía en la sangre?, se observó las venas, apretó la mano derecha y recargó la izquierda sobre la ventana mientras observaba en el horizonte como se iba formando una especie de tormenta de arena, el domo los mantenía a salvo. Dentro de dos minutos oscurecería en el interior de Gaia, aparecerían las estrellas en el cielo y dejarían de ver lo que pasaba en las afueras del paraíso. Alexa necesitaba saber si lo que contaban las leyendas era cierto, necesitaba salir del domo y comprobar con sus propios ojos que afuera no había nada de interés, que estaban a salvo en Gaia, que ese confinamiento era toda la vida que tendrían. El toque te queda empezaría al caer la noche, si quería salir debía hacerlo ahora o de lo contrario tendría que esperar al día siguiente para intentar, nuevamente, quebrantar las reglas.

Algo azul.

 Patricia estaba a punto de cometer el peor error de su vida y lo sabía pero no podía escapar. Toda su familia estaba esperando a que apareciera al final del pasillo con aquel hermoso vestido de Vera Wang que su prometido le había traído en su último viaje. Para nada le gustaba, se miró con decepción al espejo, quizás algo le agradaba de el, aquel listón azul que tenía al rededor de la cintura y que la hacía lucir más delgada. Si de ella hubiera dependido jamás se habría comprado ese vestido, el corte sirena era algo que no consideraba iba con su silueta. Ella prefería un vestido en línea A, nada ostentoso, en tonos rosa. -Knoc, knoc -dijo Andy y entró a la habitación-. ¿Estás lista?, todos esperan en la capilla. -¿Crees que estoy lista? -La verdad no, me dirás qué te pasa. -No estoy segura, quizás es el vestido, tal vez el listón, el peinado, no sé. Hay algo que no termina de convencerme. -El novio -bromeó. -Es que no sé si es la boda que quería, pareciera más bien que es su boda, tod

En quién confiar.

  Mientras pensaba sobre qué era conveniente hacer con mi vida, una mesera colocó un tazón de palomitas sobre la mesa. La observé extrañada, yo no había ordenado palomitas, no tenía con qué pagarlas. -Disculpe, no ordené nada. -Lo manda Marcos. -¿Quién? -Cortesía de la casa. Que lo disfrutes. Hubiera preferido un filete o un sandwich, no había comido en todo el día y tenía muchísima hambre. Empecé a comer las palomitas y sentí la boca seca, tenía muchísima sed y se había terminado mi vaso de agua. Él se acercó hasta mi mesa, se sentó sin pedir permiso y me ofreció un hot dog. -¿De qué se trata todo esto?, estás cobrándote el favor. -Pensé que un simple tazón de palomitas no era suficiente, son casi las 8, debes tener hambre. -En realidad no. -Pero yo sí así que comeré contigo si no te importa. -No me importa, adelante. -Pero este es tuyo, no me gusta comer solo. -No tienes que hacerlo, no tengo dinero para pagar y no lo tendré porque no tengo trabajo. -Pero qué casualidad, justo hoy s

Mercer

 John Mercer no era un hombre común, era alguien especial, lo supe desde el primer momento en el que entró por la puerta y se sentó en la mesa del fondo. Cuando abrió su libro y se perdió en el. Había empezado a frecuentar el café y su rutina me intrigaba, llegaba siempre cuando el reloj marcaba las 7:25 de la mañana, nunca saludaba y se dirigía a la mesa que había escogido días atrás, aquella que estaba junto a la ventana y desde la cual se podía observar la calle completa y el edificio Glassglow. A Jenny le fascinaba atenderlo aunque él ni siquiera levantaba la mirada para verla, siempre ordenaba lo mismo, ristretto, nunca lo endulzaba y lo bebía de poco a poco hasta que daban las 8, entonces dejaba dinero sobre la mesa, cerraba su libro y se marchaba. Me parecía taciturno, arrogante y altivo. El simple hecho de prepararle un café me ponía de mal humor.  La mañana del viernes Jenny no se presentó a trabajar, me disgusté mucho, no solo por el hecho de tener más trabajo sino porque sab