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De otro modo.

A los 35 no era muy difícil hacer una lista de todas las cosas que había hecho mal en mi vida. Sabía perfectamente en qué y cuando me había equivocado.

Él abrió la puerta de la suite y encendió las luces mientras yo tomaba un profundo respiro y reunía el valor para entrar, después de todo era lo que había estado esperando desde hacía 20 años.

-¿Quieres un trago?

-Sí, sería fabuloso.

Dije y me quité el abrigo colocándolo sobre el sofá. Me acerqué a la ventana desde la cual se veía parte de la ciudad completamente iluminada por las luces de navidad,disimulé que no había visto su reflejo detrás de mi y fingí sorpresa al verlo a mi lado. Extendió su mano y me dio la copa.

-Toma -dijo y se aflojó la corbata.

-Tienes una vista maravillosa de la ciudad.

-No me había percatado, la verdad es que solo vengo a dormir, paso el día ocupado atendiendo tantas cosas.

-Claro -dije y bebí el licor de golpe sin cuestionarme qué me había dado.

Nuestro noviazgo había terminado hacía tanto tiempo que bien podíamos decir que solo éramos un par de viejos amigos que se habían reencontrado para platicar, beber un trago algo más.
Entre nosotros siempre hubo algo inconcluso, nos quedamos a deber tiempo, emoción.

Él se mordió el labio mientras me miraba lleno de incredulidad.

-No puedo creer que estés aquí -dijo emocionado.

-Vaya coincidencia ¿cierto? tantos años planeando un reencuentro y cuando nos olvidamos el uno del otro el destino nos reúne.

-Lo se -dijo burlón-, no podría estar más satisfecho por haber aceptado este viaje aunque, debo añadir que yo nunca te olvidé.

-¿Cuántos días te quedarás? -pregunté cambiando el tema de conversación.

-A decir verdad es mi última noche aquí, mi avión sale mañana a las 6, tengo que ir a Quebec.

-¡Oh! -respondí tratando de disimular mi tristeza-. Entonces debería irme y dejarte descansar, son casi las 11 y...

Justo antes de que terminara mi frase se lanzó sobre mi y me besó, el calor de sus labios era el mismo que recordaba, aquella sensación que me hacía vibrar como si una corriente eléctrica recorriera mis venas y que no me dejaba pensar. Quería sentirlo siempre a mi lado.

-Te amo -susurró-, jamás he dejado de pensar en ti, busqué a tantas mujeres en mi intento por reemplazarte pero ninguna llenó tu lugar, solo me hacían pensar aún más en ti.

-Yo...yo.

-No digas nada, quédate conmigo esta noche.

-No se si sea buena idea, Dios, no puedo.

-¿Por qué no tomas las riendas de tu vida y haces lo que de verdad quieres? Sin arrepentimientos, sin culpas.

-¿Qué te hace pensar que no lo hago ahora?

-La forma en que lo dudas, pareciera que estas decidida a todo y de pronto tú misma te frenas.

-No quiero que me olvides, siempre creí que parte de ese sentimiento se debía a que yo nunca cedí ante ti, si lo hago ahora estaría cometiendo un error.

-Y ¿qué es lo que quieres?

-Nada, no puedo pedirte nada porque no soy libre y lo sabes, además tampoco tú lo eres.

-Me estoy divorciando, lo nuestro nunca funcionó. Alguna vez me preguntó por la mujer que ocupaba mis pensamientos, por ti.

-¿Le hablaste de mi?

-Yo no la amaba, debía saberlo. ¿Recuerdas la última vez que nos vimos en ese hotel a orillas de la carretera?

-Ya estabas comprometido con ella y sin embargo me juraste que no tenías a nadie. Siempre hubo una parte de ti que no conocí, que me ocultabas y estaba tan enamorada que no me importó pero con el paso de los años entendí que tu no eras el indicado.

-¿Lo es Daniel?

-Jamás te mencioné su nombre.

-Esa tarde, te pedí que me mostraras tu anillo de bodas, pude ser yo -se lamentó al recordar la argolla y lanzó un suspiro- pude ser quien te pidiera matrimonio. Entonces decidí que tenía que hacer mi vida y por eso me casé. Te vi tan convencida de tu nueva vida que no quise interferir, casarme era la única forma que tenía de dejar de hacerlo.

-Me casé con Daniel no por amor sino por conveniencia, no tenía un plan de vida y necesitaba huir de casa a como diera lugar, su propuesta no pudo llegar en mejor momento. Mi decisión pronto me cobró factura. Daniel y yo no éramos compatibles absolutamente en nada, los primeros años de nuestro matrimonio fueron tan terribles y desgastantes pero tenía que cubrir las apariencias, estoy segura que un divorcio habría terminado por matar a mi padre.
No tienes idea de todas las cosas que soporté a su lado, los desdenes, las altanerías y humillaciones que recibía de él cuando no lograba cubrir con sus expectativas. ¡Qué locura no! Tuve el castigo que merecía por mis decisiones equivocadas.

-Sigues a su lado.

-Aprendí a quererlo con el paso de los años.

-Los dos terminamos echando a perder nuestras vidas en cierto modo.

-Tal vez, pero ya es muy tarde como para recapacitar, el tiempo pasó y me di cuenta que no eras para mi, nunca lo fuiste y te dejé ir.

-Hasta hoy.

-Fue una total coincidencia.

-Te juro que no te dejaré ir de nuevo, no ahora que te encontré, que te tengo aquí.

-Es un capricho tuyo, no compliques más las cosas.

-¿Amarte es un capricho?

-Christian por favor, pasaron 20 años, en ese tiempo nunca me buscaste.

-Tu tampoco lo hiciste.

-Tengo que irme -dije decepcionada.

-Te esperaré otros 20 años si es necesario.

-¿Crees que esto es fácil para mi? Tú te estas divorciando, yo tengo un matrimonio estable.

-Un matrimonio en el que no eres feliz, sabes que, es tu vida no la mía, en lo que a mi respecta no estoy dispuesto a pasar el resto de los días que me quedan siendo infeliz.

-¡Bien! -dije y salí de la suite azotando la puerta.

Me apresuré a llegar al elevador y mientras esperaba que la puerta se abriera recordé que así siempre habían sido las cosas entre nosotros, tan complicadas.
Christian tenía razón, no podía vivir toda mi vida en el error, arrepintiéndome de todo lo que pude hacer y no hice por miedo a ser juzgada.


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