No estaba lista, aún no. Había tomado la decisión equivocada y lo sabía, sin embargo, ya era tarde para rectificar. El aire acomodaba mi cabello por encima de mi rostro como si se avergonzará de lo que había hecho. Cuando el tren entró a la estación, titubeé, no sabía qué hacer. Amaba a Germán pero no podía vivir a su lado. Estaba segura que la carta que había dejado sobre su escritorio lo haría odiarme. Ya no importaba, no podía regresar, no después de haberlo traicionado.
Autora de libros de romance