Él se recargó en el marco de la puerta, su rostro se iluminó con una coqueta sonrisa y después pasó los dedos por su espesa cabellera oscura. Completamente nerviosa, Irina tardó unos segundos en encontrar la llave de la puerta hasta que nalmente logró abrirla. Ambos entraron a la o cina. Ella se sentó en la silla de piel mientras él recorrió el lugar como inspeccionándolo hasta llegar a la ventana. —¿Cómo supiste dónde encontrarme? Me quedé pensando que nunca te lo dije. Diría que me sorprendes, pero creo que esa expresión está muy trillada. De hecho, me asusta que después de tantos años sin haber tenido contacto estés aquí. Scott lanzó una sutil carajada, la miró con un dejo de cinismo y prosiguió. —En efecto no lo hiciste, tengo mis contactos —Scott guiñó el ojo y se aproximó a Irina–. En este medio todos se conocen preciosa, encontrarte fue una coincidencia. ¿Nos vamos? Hice reservaciones en el Hotel Crawford, no querrás que la...
Autora de libros de romance