Izzy se quedó sentada en la mesa con una pila de platos sucios por lavar. Todos se habían levantado sin decir nada, no le sorprendió, de un tiempo para acá se había convertido en un fantasma que lavaba platos, hacía la comida, limpiaba la casa pero cuya opinión no era del interés de nadie. Estaba cansada, se sentía sola e incomprendida. Tomó una profunda bocanada de aire que la ayudó a reunir las fuerzas para levantarse de la silla y tomar todos los platos para llevarlos al fregadero. Mientras fregaba el sartén lleno de queso pegado en el fondo pensaba en cómo hubiera sido la vida si lo hubiera escogido a él en vez de haberse casado con Ray. Ethan no era el hombre perfecto pero sin duda nunca se acababan los temas, las risas y la diversión. Su sonrisa era como el sol que iluminaba el horizonte después de una tormenta, sus ojos verdes tupidos de pestañas negras hipnotizaban a quien lo viera de frente. Recordó la última vez que se encontraron en el estacionamiento de la universidad,
Autora de libros de romance