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Mostrando entradas de octubre, 2019

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Estaba esperándote, pasé varias noches despierta mirando fijamente hacia la puerta, esperando que entraras como era costumbre por el pasillo, escudriñando la alfombra, pasando el dedo por encima de las repisas. Pero aquella noche solo entró una ráfaga de aire, azotó las ventanas y desprendió las cortinas de sus ganchos. Un profuso silencio inundó el cuarto cuando corrí por el pasillo cerrando puertas y ventanas. No podía entender lo que pasaba. Mi cuerpo estaba ahí, pero mi mente yacía en otro lado, lejos de la realidad que trataba de asfixiarme. Vivía a medias, a ratos, lloraba cada noche ahogando mis lágrimas en una copa de vino, y ahí estabas tu, preso en mi memoria.

La despedida.

La llave no servía desde hacía un par de meses, el agua caía sobre una vasija de cristal que intensionalmente puso sobre el fregadero. Las plantas del jardín estaban secas, no había quien las cuidara. La familia había dejado de visitarlo, estaba completamente solo en la casa. El silencio retumbaba en sus oídos, lo enloquecía, se asomaba a la ventana esperando que alguien, quien fuera, tocara a su puerta para poder conversar. El refrigerador estaba repleto de comida descompuesta, y sobre la mesa del comedor un par de manzanas se podrían. La casa le pareció tan grande, tan vacia, tan silenciosa, tan asfixiante sin ella. Finalmente, había entendido la falta que le hacía. Ese diciembre cumplirían 60 años de casados, habían planeado una fiesta para celebrar, habían hablado de lo que harían el siguiente, de cómo verían crecer a sus nietas, del momento en el que ellas se fueran a vivir a la casa para continuar con sus estudios. Tenían tantos planes y tan poco tiempo. Se sentó en la me