Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2021

Los oscuros.

Cuando aquel hombre espigado, de cabello negro y nariz larga entró a mi consultorio sentí un ligero escalofrío. Era la primera vez que lo veía, nunca antes había escuchado su nombre sin embargo tuve una extraña conexión tan pronto lo vi. Se sentó en el sillón que estaba frente a mi escritorio. Endureció la mordida y el hueso de su mandíbula sobresalió en su rostro. Me miró con sus ojos café y cruzó la pierna por encima de su muslo. -Una disculpa por la tardanza. -Estoy acostumbrado a esperar. -Antes de empezar me gustaría saber algunas cosas sobre usted. -Adelante. -Dice que lo recomienda Jackie Marley. -Sí. -Solo por curiosidad. La señora Marley tiene alguna relación con usted. -Ninguna, no la conozco. -Cómo pudo entonces recomendarlo conmigo. -Solo susurró su nombre en mí oído, dijo que usted la ayudó a salir de su depresión. -No entiendo lo que dice. -¿Cree en fantasmas?, doctora. -Perdón. -Después de lo que voy a contarle su vida no será la misma. -Estoy aquí para ayudarlo. Tomé as

La promesa.

 Era un trágico momento, sin duda lo era. Pero Sally secó sus lágrimas con el pañuelo que el Marqués le dio y salió de la habitación con la cabeza entre los hombros. Él recargó las manos sobre el viejo mueble de ébano y movió la cabeza un par de veces convencido de que había cometido un error, que todo se trataba de habladurías, chismes infundados de personas que estaban más ocupadas en las vidas de los demás que en la suya propia. Tan pronto la puerta se cerró a espaldas de Sally, vio a un par de mujeres sentadas en torno a una mesa murmurando. Ella alzó la cabeza y trató de sonreír como si nada pasara, cruzó el salón contiguo y salió del lugar. Se detuvo un minuto junto a la puerta y sin darse cuenta dejó caer el pañuelo que sostenía con su mano y caminó con la mirada perdida, dejó que el viento secara sus lágrimas.  Recorrió las calles arrastrando sus lienzos y antes de llegar a la esquina escuchó la voz del Marqués llamándola por su nombre. Ella se detuvo, las pupilas se le dilatar

Lejos de aquí.

 Veía pasar las horas en el reloj esperando que Lalo pronto bajara a cenar pero no lo hacía. La cena se enfriaba y empezaba a desesperarme. Me paré de la mesa y subí a la recámara, él estaba acostado leyendo un libro. Tan pronto me vio desvió la mirada por un segundo y volvió a su lectura. -¿Vas a bajar a cenar?, te hice una pregunta. Frotó sus ojos y cerró su libro, se enderezó y se quedó un rato sentado en la orilla de la cama sin decir una palabra. Crucé los brazos hasta que finalmente prosiguió. -Lo haré, tan pronto como termine de leer este capítulo. -¿Y cuándo será eso? -Pronto. Eran cerca de las 12 de la noche cuando finalmente decidió bajar. Yo estaba sentada a un costado de la mesa fumando un cigarro que encontré en la alacena. Bebiendo una taza de café para mantenerme despierta. Casi todo el tiempo estaba de mal humor y ya me estaba hartando de ello así que cuando por fin bajó, me puse en pie y lo encaré. -Estoy ansiosa por irme, tengo la sensación de que todo va mal entre no

No deja de llover.

La tarde del domingo 3 de septiembre lloví a cántaros en la gran ciudad. Helena y yo estábamos sentadas al rededor de una pequeña mesita de madera sobre la cual se encontraba una tetera y dos tazas de té. La ventana estaba abierta y la corriente de aire arrastraba las gotas de lluvia al interior de la sala. Ella estaba ocupada en su costura mientras que yo me inclinaba con la mecedora. No podía ni tenía el más mínimo interés en tocar mi costura, estaba más interesada en pensar a qué hora el reloj marcaría las 6 de la tarde. Él había quedado de ir a casa a esa hora. Por un lado, la idea de que mi hermana lo conociera me ponía nerviosa y por el otro me sobresaltaba la idea de que lo nuestro no funcionara. El cielo se estrió y Helena se paró de la silla y corrió a cerrar la ventana. Las luces se apagaron y entonces corrí por el quinqué. Mientras lo encendía el timbre de la puerta sonó un par de veces, mi corazón dio un vuelco, coloqué el quinqué sobre la mesa, alisé mi faldón y caminé hac

un breve relato

 Lou cerró la puerta del departamento, bajó las escaleras y salió del edificio. Aquella mañana hacía frío, encogió sus hombros y metió sus manos dentro de su chamarra. La piel de su rostro se ruborizó y mientras caminaba rumbo al metro empezó a soplar una gélida ventisca. Tan pronto como llegó a los torniquetes del metro se detuvo, pensó en regresar al departamento de James, al menos despedirse de él. Su corazón se estrujó pensando en cuál sería su reacción tan pronto despertara y no la viera ahí. Necesitaba volver. Salió del metro y apresuró su paso. Una calle antes de llegar al edificio vio a James parado frente a la ventana.  Pensó que tal vez era tarde para volver, aún así decidió entrar al edificio y tocar la puerta. Cuando James abrió la puerta la observó nervioso y poco a poco entendió lo que pasaba. Lou había vuelto, no se había ido sin despedir como en un principio creyó, de verdad le importaba lo que había pasado entre ambos la noche anterior.  Sin decir más palabras la jaló

La extraña.

 La mujer que gritaba en el museo era una completa desconocida, al menos lo era hasta el momento en el que Carl cruzó la puerta intentando ayudarla. La sujetó entre sus brazos y luego vio que brotaba sangre de su cuerpo, apretó su mano contra su vientre y lanzó un grito desesperado pidiendo ayuda. Un par de hombres que iban pasando por la calle se acercaron y al ver lo que pasaba llamaron a la policía de inmediato. Minutos después una patrulla se estacionó a mitad de la calle obstruyendo por completo el tráfico. Entonces bajaron dos oficiales, uno de ellos pidió por radio una ambulancia. -¿Sabe qué pasó? -No, yo iba pasando y entonces vi que una mujer estaba tirada en el suelo, corrí de inmediato a auxiliarla y al llegar noté que tenía sangre en su ropa. -La ambulancia viene en camino -dijo el otro oficial que se alejó de inmediato al ver el charco de sangre. -Tendrá que acompañarnos señor. -No conozco a esta mujer. -Pero usted está a su lado, queremos que rinda su declaración, se hará

Lejos de aquí.

 Cuando abrió los ojos todo en su vida era diferente.  Apenas podía reconocer su rostro en el espejo, le dolía incluso el movimiento de sus ojos. Bastaron un par de minutos antes de que una intensa sensación de vacío fuera subiendo desde su estómago hasta su garganta, su vista se nubló y perdió el equilibrio. Entonces se recostó, el aire nunca faltó pero todo le dio vueltas, escuchaba entre eco las voces de las enfermeras y su piel palideció. Los oídos empezaron a zumbarle y se dio cuenta de que  ya no estaba aquí, parecía como si su alma intentara despegarse de su cuerpo. "Estoy aquí y ahora" pensó mientras trataba de  recuperar el control sobre su cuerpo. Sus manos y pies empezaron a temblar, un intenso frío la invadió. "Estoy aquí y ahora" volvió a repetir y poco a poco las voces de las enfermeras fueron más claras y la vista dejó de nublarse. "Estoy aquí y ahora" repitió una última vez. -Necesita calmarse, voy a administrarle un calmante. Fue la impres

Algo sin importancia.

 Cuando ambos salieron del teatro deambularon por las calles de Milán. Hacía frío, Sebastian se quitó el saco y lo colocó sobre los hombros de Lilith. Ella era simplemente encantadora y cada vez que sonreía se le formaban unos diminutos hoyuelos en las mejillas. -No soy lo que tu crees. -No he dicho nada. -Creo que lo piensas. -No estoy pensando nada. -Ay por favor, no te moviste de ahí, escuchaste toda la conversación pero déjame decirte que las cosas no son como crees. -Y cómo creo que son. -Básicamente que no pretendo quitarle el novio a mi hermana. -No conozco a tu hermana. -Si la conocieras estarías de mí lado. Yo conocí a...esto no debió pasar. Helena siempre se sale con la suya, detrás de esa cara angelical se esconde un demonio frío y calculador. Nadie la conoce mejor que yo. -¿Quieres un café? -Sí, lo que sea con tal de no tener que volver adentro. Pero creí que estabas trabajando. -No importa, de cualquier forma no es el trabajo que busco, prefiero tu compañía. -Espera a cono

Una parte de mí corazón

 Habían pasado cerca de 20 años desde la última vez que escuchó ese nombre. Por esa razón, aquella mañana, mientras revisaba su correo le pareció extraño ver un mensaje en la bandeja de entrada perteneciente a él. Su corazón dio un vuelco, el título del correo realmente no decía nada, podía ser desde una cadena hasta un simple "hola". Dudó en abrirlo, mil recuerdos invadieron su mente, pensó en aquella sonrisa que iluminaba sus días, la forma en que su mirada la cautivaba y las lágrimas que corrieron el día en que se despidieron. Luego de darle un trago a su café y de meditar un rato abrió el correo. Mientras deslizaba el scroll vio de reojo que el mensaje apenas alcanzaba un par de párrafos.  Entonces se animó a leerlo. "Hola Sonia: Soy Alan,  espero me recuerdes, encontré tu correo en una lista del trabajo, tengo la esperanza de que aún te pertenezca, me gustaría mucho saber cómo estás, hablar contigo, tal vez salir a tomar un café. Escríbeme." No era como tal un