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Mostrando entradas de agosto, 2017

Una sospecha.

Él no tenía la intensión de someterme, sólo quería hacer feliz y para mí eso era más que suficiente. Cada vez que recorría mi cuerpo con sus manos, que besaba mi cuello y estrechaba mi pecho contra el suyo me hacía estremecer. No me importaba que tuviera un pasado, sabía que si aceptaba estar a su lado sólo seríamos él y yo. La única persona que me atormentaba era su hija, no estaba segura de que me aceptara. Me levanté de la cama y me puse una de sus camisas, bajé las escaleras sigilosa, no quería despertarlo, necesitaba pensar. Entré a la cocina y me serví un vaso de leche fría, mientras lo hacía me pareció ver una sombra en el jardín. Me acerqué a la ventana deseando que todo fuera parte de mi imaginación, creyendo que probablemente serían las ramas de los árboles secos y el viento los que estaban jugado con mi mente pero no, efectivamente había alguien escondiéndose entre los arbustos, tratando de cubrir su rostro en la oscuridad. Mi respiración se aceleró cuando una idea se

Emma.

El televisor estaba sin programación desde hacía un rato, la estática era el único ruido que inundaba la habitación, mientras yo, estaba sentada cerca de la ventana, pensando, sollozando en silencio. La boda de mi padre con Nicole era algo inminente. Aún me mortificaba el recuerdo de su partida, ese en el que él tomó su maleta y salió de la casa, la forma en que me aferré a su brazo para impedir que se marchara y como me tomó con firmeza por los hombros y me dijo viéndome a los ojos, "Ante todo esta la dignidad Emma" para luego soltarme y subir a su auto arrancando sin mirar atrás. Tenía poco más de 16 y lo único que pensé en ese momento fue en lo devastada que estaría mi madre pero no fue así. Al entrar a su habitación ella estaba sentada en el taburete frente al gigantesco espejo de estilo barroco, herencia de mis bisabuelos, se miraba fijamente como si fuera a delinear sus ojos pero en su mano sólo había una brocha llena de polvo traslucido. Me acerqué a ella y coloqué

Lo que pasa en las Vegas...

Nicole, esa desagradable mujer, daría lo que fuera por sabotear su boda. Al paso que voy quizás eso suceda pronto. Le di un sorbo a mi café y mientras lo hacía la vi cruzando la puerta, contoneándose y con una sonrisa de oreja a oreja. -¡Hola Emma! que bueno que aceptaste mi invitación -dijo y se sentó. -Sonabas muy preocupada -como si me importara lo que pudiera pasarle. -Bueno en realidad lo estoy. -¿Por qué? -Por ti. ¡Hipócrita! mi vida o lo que pueda pasarme no le concierne en absoluto. Si de verdad lo hiciera jamás se habría metido con un hombre que bien podría ser su padre y sin embargo esta sentada frente a mi con cara de compungida fingiendo que le importo. -¿Por mi? -Tu padre me dijo que vas a casarte el próximo verano, la verdad es que me sorprendió el comentario dado que no te veo muy emocionada. -No soy efusiva, particularmente no con extraños. -¿Dije algo malo? -Lo siento es que no me gusta hablar de nosotros. -Si en algo te puedo ayudar, a busca

Dominic.

Dominic Harrison era sin duda el hombre más obstinado que conocía. Desde niño su padre le dio poder ilimitado y eso lo hizo arrogante, insoportable. Era muy guapo, eso fue lo que en un principio me atrajo de él cuando lo conocí en una pool party organizada por Ed. Tenía un torso como de revista y me miraba con desdén cada vez que pasaba a mi lado, yo me sonrojaba y me volvía a la barra. En medio de la noche y bajo las farolas se acercó a mi y se sentó a mi lado, sus nudillos rozaron ligeramente mi brazo haciendo que volteara. Le dio un trago a su bebida y se aventó a la piscina, yo lo observé desconcertada. Comenzaba a hacer frío y la mayoría de los invitados estaban ebrios cuando él me colocó una frazada encima de los hombros, al parecer ni él ni yo habíamos bebido lo suficiente como para caer inconscientes al suelo. -No me gusta perder el tiempo con cursilerías, seré franco. O más bien grosero, pensé, y me limité a escucharlo sin siquiera murmurar. -Me gustas mucho y voy a

Nicole.

Estaba sentada en el lujoso diván francés de color ocre y grabados dorados en espera de que ella saliera por el pasillo con su vestido de novia. Ni siquiera se porqué acepté acompañarla, era una locura, si mi madre se enterara pegaría el grito en el cielo y se molestaría conmigo. Por solidaridad con ella tenía que odiarla, por la forma en que se había "apoderado" de la voluntad de mi padre también. De hecho tenía muchísimas razones para odiar a su querida. Con estas ojeras más que su hijastra parecía su madre, necesitaba descansar. Me froté los ojos, a penas había podido dormir, había salido de la casa de Ethan poco después de las 4 y cuando llegué a casa Lú estaba en la cocina tomando café, ¿quién toma café a las 4? más bien parecía que estaba esperándome. Esa mujer a veces es como una patada en el hígado, siento que me observa, me juzga y me critica con los demás sirvientes de la casa. -¿Y bien? Tan inmersa estaba en mis pensamientos que no me había percatado de la

Eddy.

Mi mejor amigo era lo que ningún padre hubiese querido en su casa. Eddy estudiaba teatro, una carrera sin futuro a decir de mi padre, un amigo poco confiable, juraba mi madre. Lo cierto es que éramos buenos amigos, era mi confidente y yo la suya. Si acaso dudan de que exista la amistad, la verdadera amistad, entre un hombre y una mujer bastaba con conocernos para comprobarlo. Era verdad que durante un tiempo estuvo interesado en mí pero yo me encargué de ponerle las cosas en claro y decirle que no planeaba acostarme con él nunca. Dicho lo anterior nos hicimos mejores amigos. Era un mujeriego, aunque a veces yo misma dudaba de sus conquistas. Nunca podíamos hablar con seriedad respecto a nada, siempre respondía con sarcasmos o comentarios mal intencionados que terminaban por hacerme reír. Pero en el fondo era una buena persona y lo apreciaba. -¿Que te dijo entonces? -Nada, decidí colgarle, no quería hablar con él. ¿Crees que se enoje mucho? -Seguramente. Pero si se atreve a

Ethan.

Cada vez que entraba a su oficina sin avisar lo encontraba leyendo un libro, él levantaba la mirada lleno de sorpresa por mi osadía y se quitaba los lentes que usaba exclusivamente para leer, hacía una mueca y se ponía en pie. Se acercaba a mi como un perrito asustado con las manos en los bolsillos de su pantalón esperando mi reacción, le ponía el seguro a la puerta y después de que lo hacía  yo me prendía de su cuello para luego darle un apasionado beso en los labios mientras él me sujetaba con vigor por la cintura. No era un capricho como en su momento llegó a creerlo Eddy, mi mejor amigo, realmente estaba enamorada de él, nunca nadie me había tratado de la forma en que él lo hacía. Ethan se había divorciado hacía poco más de 8 años, su hija tenía 2 cuando eso pasó, ella y su ex esposa se quedaron en Canadá, a la niña, Sophie, la veía en verano y algunas veces en navidad, con su ex esposa tenía una relación cordial aunque no eran amigos. Ella lo había engañado con su jefe, para c

Culpables.

Él no era el tipo de hombre que me hubiera llamado la atención en la calle, es decir era guapo, interesante sin duda, inteligente, pero taciturno. Dominic era todo lo contrario, era dominante, intenso. Cada mañana pasaba por mí en su deportivo, nunca se bajaba a abrirme la puerta, ni siquiera volteaba a verme cuando subía a su auto pero, tan pronto como me abrochaba el cinturón de seguridad, colocaba su mano con firmeza sobre mi muslo y me miraba soslayo al arrancar. Era apasionado, no le importaba el lugar donde estuviéramos, me sujetaba de la cintura y acercaba su pelvis mientras me besaba suavemente el cuello hasta hacerme estremecer y perder los estribos. Nunca dejaba que estuviera indispuesta, siempre se hacía lo que él quería y mi voluntad flaqueaba a su merced. Por aquel entonces tenía 22 y estaba haciendo mi tesis. Mi padre estaba a punto de casarse con su nueva adquisición, una zorra trepadora quizás unos meses mayor que yo. Dominic solía decirme que si a mi madre no le