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Mostrando entradas de junio, 2018

El hilo rojo.

Anna entró a la oficina de Warren, se quedó parada junto a la puerta un par de segundos antes de que él la invitara a sentarse. Warren era un hombre maduro, tendría al menos 30 años y ella casi 18. Era sumamente atractivo, tenía los ojos verdes y el cabello rubio, barba tupida perfectamente delineada. Le sonrió, como si hubiera estado esperado ese momento desde que la conoció y con un movimiento de su mano le indicó donde debía sentarse. Él tenía algo en su mirada que le provocaba cierta incomodidad. -Siéntate por favor. ¿Te ofrezco algo de tomar? -Estoy bien gracias. -Supongo que tu presencia aquí no se trata de una simple visita -Anna movió la cabeza y bajó la mirada-. ¿Consideraste mi oferta? -Sí. -Asumo entonces que aceptas mi propuesta. -Eso depende. -¿De qué? -De que usted este de acuerdo en dos cosas. -Háblame de tú, me haces sentir viejo. -Lo siento -se sonrojó. -Te escucho. -Aún no cumplo 18, no quiero meterlo en problemas. -De eso me encargo yo, ¿

Alguien como tu

—Estaba estudiando el primer semestre de artes a pesar de la desaprobación de mi padre. Pensé que hacía lo que me gustaba pero un día mientras esculpía un rostro no le encontré sentido a lo que hacía, era como si mi pasión hubiera desaparecido. Así que hice lo que nalmente mi padre deseaba, algo productivo a su modo de ver las cosas y me cambie de carrera. Al nal mi padre tenía razón al decir que mi pasión era algo pasajero y no un modus vivendi. Y tú Scott, ¿estás en el lugar correcto? —preguntó. —¡Vaya!, no quiero sonar arrogante –tomó un trago de sake—. Me he esforzado por cumplir cada uno de mis sueños, cada cosa que hago no sé si sea correcta o no, pero es lo que nalmente quiero hacer. Quizá sólo me falta encontrar a la mujer que me haga vibrar, que me haga sentir vivo. Después de todo no planeo quedarme sólo y el tiempo apremia. —Es extraño escuchar a un hombre preocupado por casarse... —Nunca mencioné el matrimonio, sólo dije que quería encontrar a

Un día más.

Los tachaba en el calendario, pasaban tan rápido que sin darme cuenta había transcurrido un año ya desde entonces. Un año en el que nada de lo que me propuse se había cristalizado, en el que poco había cambiado y en el que me sentía más que debastada por lo estático de mi vida. Soplé las velas, 30 para ser exactos y el humo se esparció por la sala de juntas, quedamos en completa penumbra por espacio de 30 segundos y después de los acaloraos aplausos las luces se encendieron y vi los mismos rostros apáticos de mis compañeros de trabajo, parados en la sala esperando una tajada del pastel que habían comprado sin el menor interés en felicitarme. Mañana serían 30 y un día, pasado dos y,  así terminaría otro año mientras paso el día sentada frente al ordenador pensando en cómo resolver mis problemas y darle un poco de emoción a mi vida. Aquella noche salí de la oficina con un enorme recipiente casi lleno de un empalagoso pastel de caramelo, que probablemente terminaría en el bote de b

Ni una más

-¡Podrías al menos recoger tu ropa! -¿De qué rayos hablas? siempre recojo mi ropa. -Hacerlo una vez en toda tu vida no es hacerlo siempre. -Oh, voy a empezar a dejar la ropa en el suelo entonces para que veas que si la recojo. -Sabes que, haz lo que quieras, ya no me importa, no importa si dejas la ropa en el suelo, si no la guardas, si no quieres que la lave o quieres usar la misma camisa todos los días. -Jules basta. -Estoy harta, estoy harta de ti y es la verdad, no lo digo porque este molesta, estoy cansada de soportar  tu arrogancia durante 18 años. -Bien, entonces será mejor que no me hables. -¡Como quieras! -¿Qué diablos te pasa? -Estoy cansada ya te lo dije y por primera vez en todos los años que llevamos juntos tengo el valor de decirtelo. -¿Por qué haces esto? -Porque ya no quiero seguir viviendo contigo, ya no quiero estar al lado de alguien que cree que la muerte de nuestra de hija fue un accidente, eso no fue un accidente y lo sabes, ¡todo el mald

Alguien como tu

Habían pasado dos semanas desde que Irina y Scott comenzaron a frecuentarse. Noviembre acababa de llegar y se aproximaba el cumpleaños de Irina. Ella salió temprano del bufete y caminó por las arboladas calles de Campos Elíseos hasta que llegó a un pequeño parque botánico. Se sentó en una de las bancas de metal observando el ocaso mientras el aire comenzaba a soplar cada vez más frío. Pronto tendría 23 años, tenía la opción de regresar a San Miguel o quedarse en la capital para su cumpleaños, aún no lo había decidido. La esperanza de encontrarse con Joshep la alentaba a regresar pero la misma realidad la hacía dudar. Irina tomó su celular y comenzó a marcar el número de Jamie, necesitaba hablar con alguien y desde que decidió marcharse casi no veía a su amiga. Contaba los días para que ella llegara a la capital, tenía muchas cosas que contarle. —Irina Brooks... —¿Será posible que pueda librarme de ti un minuto?

Alguien como tú

—¿Y bien? —¿Y bien qué? —dijo sonriéndole a Scott. —¿Qué te parece el lugar? —Es hermoso Scott. No creí que hubiera un lugar tan bello aquí. Es tan irreal. —Es perfecto. Irina volteó extrañada. —¿Perfecto? Él esbozó una breve y sínica sonrisa sin contestar nada. La observó mientras ella admiraba el lugar, su cabello caoba humedecido comenzaba a rizarse. Su piel porcelana estaba ligeramente sonrojada por el clima arti cial del jardín. —Recoge tu cabello, no deberías ocultar tu rostro. Irina observó a Scott quien siempre elegante, llevaba un traje gris oscuro y una corbata naranja que contrastaba con su camisa azul claro. Lo miró con la boca abierta durante un par de segundos hasta que reaccionó pasándose un mechón atrás de la oreja. Solía vestirse casual para ir a trabajar, pero ese día había amanecido nublado así que llevaba unos pantalones azul marino de lana, camisa blanca de manga larga y un chal