Ella lo miró llena de angustia, desesperación y cólera. -¿Cómo se llama? Él correspondió su mirada, la tomó de los hombros y le dijo. -¡No hay nadie más! -¿Entonces por qué no tienes tiempo para mí? La soltó y puso sus puños sobre la cama, ahogó su culpa de esa forma. Volteó y la abrazó. Le dio un fraternal beso en la frente y prosiguió. -De ahora en adelante lo tendré. Tienes toda la razón, discúlpame. Su promesa de amor no era más que una mentira. "Ella" se llamaba Celia, la había conocido hace algunos meses en una conferencia. Desde entonces una profunda amistad había surgido entre ellos, pasaban demasiado tiempo juntos. Finalmente llegó el día en el que se miraron de otra forma. A Celia no le había importado el hecho de que Gerardo fuera casado. Cuando salía de trabajar se inventaba mil excusas para no llegar a cenar. Pilar lo esperaba con la cena caliente sobre la mesa hasta que se enfriaba. Poco a poco el amor que ella sentía por él murió. Una fría tarde...
Autora de libros de romance