Como cada mañana Mike estaba sentado en la barra bebiendo su café mientras leía el periódico.
Bajé las escaleras lentamente, no quería que notara mi presencia, sentía una gran culpa por lo que había pasado la noche anterior en el bar.
Lo irónico era, sin duda, que entre nosotros no había si quiera una amistad.No lo odiaba, era el padre de mi hija, sin embargo aún permanecían abiertas las heridas de aquella traición.
Me quedé parada por un momento, medité si quería hablar con él o no y finalmente me di la vuelta intentando regresar a mi habitación, sigilosa; hubiera logrado mi cometido de no ser por el rechinido de aquel viejo escalón que terminó por delatarme.
Él se giró, dobló el periodico y me sonrió como si le alegrara verme. Había olvidado por completo lo hermosa que era la curvatura que formaban sus labios en su rostro.Sin darme cuenta correspondí su gesto y puedo jurar que hasta me sonrojé.
-Hola -susurró- y yo me limité a contestar automáticamente lo mismo mientras me cerraba la bata y pasaba un mechón de cabello atrás de mi oreja. -Hace frío, en las noticias dijeron que sería un día cálido.
-El tipo que da el clima no es alguien en quien depositaría mi confianza.
-¿Tienes hambre? preparé el desayuno.
-¿Tú preparaste el desayuno? -pregunté incrédula, mientras estuvimos juntos jamás se dignó siquiera a levantar su plato-. ¿A que se debe?
-¿Tengo que tener un motivo?
-Supongo que no, es que me parece extraño que lo hagas, verte aquí, es una combinación de todo.
Dije y me aproximé a él lentamente hasta sentarme dos sillas lejos de él.Mientras me servía café comencé a mover el pie nerviosa.
-Sabes quizá no sea buena idea darte café.
Dijo y se levantó a buscar en las alacenas el recipiente de té. Lo miré extasiada, imaginé que nada había cambiado entre nosotros y sentí una indescriptible tranquilidad.
No podía negarme que aún lo quería, a pesar del tiempo, a pesar de todo.
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