Estaba devastada, con un nudo en la garganta, la noticia estaba en todos los noticieros, incluso se escuchaban desde el balcón de mi ventana los murmullos de la gente que se detenía en medio de la calle a hablar.
¡Cómo demonios iba a salir de aquí!. Me deslicé sobre la loza del baño y abrí la puerta del armario, saqué la maleta y metí todo lo que pude en ella, busqué mi pasaporte, el dinero que tenía guardado y me puse los zapatos.
Al abrir la puerta vi a los vecinos parados en el corredor, me vieron de manera extraña, me eché un mechón de cabello atrás de la oreja y me apresuré a bajar las escaleras.
Afuera todo parecía un caos, la gente corría, los autos estaban parados, faltaban 20 minutos antes de que cayera la tarde.
Mis intentos por huir parecieron inútiles.
Mierda.
Corrí a la tienda de la esquina, compré un poco de comida y volví al departamento sumida en un terrible pánico.
Esto tendría que pasar, tarde o temprano se acabaría, el problema era que no sabíamos cuándo.
Abrí los ojos cerca de las 4 de la madrugada del día siguiente, encendí la tele, no había señal en ningún canal, me dí un baño para calmar mis nervios y mientras trataba de relajarme escuché un par de voces en el corredor.
-Las fronteras están cerradas, nadie entra y nadie sale. No sé cuánto tiempo estarémos aquí.
-Escuché que habrá toque de queda.
-Es posible, afuera todo está tenso.
Mierda, saqué la comida que había comprado la noche anterior, conté las cosas y conté el dinero, no tenía suficiente dinero y necesitaba más comida.
Salí del departamento en busca de más víveres, esta vez llevaba una bolsa más grande. Al volver encontré a uno de los vecinos en el elevador.
-¿Quieres que te ayude con las bolsas?
-Gracias -dije y le dí la más pesada.
-¿A qué piso vas?
-Al último piso.
-Oh eres la chica nueva, yo vivo cruzando las escaleras, justo frente a tu departamento.
Sonreí ruborizada, nunca antes lo había visto pero me dio vergüenza admitirlo así que mentí.
-Lo sé.
-Pensé que te habías ido.
-Traté pero fue imposible conseguir un taxi.
-Escuché que cerraron las fronteras.
-¿No eres de aquí?
-No.
-Ah.
-Veo que te preparas para el encierro.
-Supongo que no tengo otra opción.
-Por cierto soy Damian.
-Encantada.
-¿Cómo te llamas?
-Adara.
-Que nombre tan hermoso.
-Sí, supongo.
-Eres bailarina, ¿cierto?
-¿Cómo lo supiste?
-El año pasado fui a ver el cascanueces, recuerdo haberte visto en las fotos promocionales.
-Sí, fue una suerte que saliera en los carteles.
-Bailas muy bien.
-Seguro, mientras permanezca tras bastidores.
-Lo digo en serio, fueron los 2 minutos más sobresalientes de la obra.
Cuando las puertas del elevador se abrieron, extendí mis manos y le sonreí.
-Gracias por la ayuda.
-Oh si quieres lo llevo hasta tu departamento.
-No es necesario, gracias.
-¿Estás segura?, no me importa caminar unos metros más.
-Estoy segura. Fue un placer conocete Damian.
-Hey, te veré después.
¡Cómo demonios iba a salir de aquí!. Me deslicé sobre la loza del baño y abrí la puerta del armario, saqué la maleta y metí todo lo que pude en ella, busqué mi pasaporte, el dinero que tenía guardado y me puse los zapatos.
Al abrir la puerta vi a los vecinos parados en el corredor, me vieron de manera extraña, me eché un mechón de cabello atrás de la oreja y me apresuré a bajar las escaleras.
Afuera todo parecía un caos, la gente corría, los autos estaban parados, faltaban 20 minutos antes de que cayera la tarde.
Mis intentos por huir parecieron inútiles.
Mierda.
Corrí a la tienda de la esquina, compré un poco de comida y volví al departamento sumida en un terrible pánico.
Esto tendría que pasar, tarde o temprano se acabaría, el problema era que no sabíamos cuándo.
Abrí los ojos cerca de las 4 de la madrugada del día siguiente, encendí la tele, no había señal en ningún canal, me dí un baño para calmar mis nervios y mientras trataba de relajarme escuché un par de voces en el corredor.
-Las fronteras están cerradas, nadie entra y nadie sale. No sé cuánto tiempo estarémos aquí.
-Escuché que habrá toque de queda.
-Es posible, afuera todo está tenso.
Mierda, saqué la comida que había comprado la noche anterior, conté las cosas y conté el dinero, no tenía suficiente dinero y necesitaba más comida.
Salí del departamento en busca de más víveres, esta vez llevaba una bolsa más grande. Al volver encontré a uno de los vecinos en el elevador.
-¿Quieres que te ayude con las bolsas?
-Gracias -dije y le dí la más pesada.
-¿A qué piso vas?
-Al último piso.
-Oh eres la chica nueva, yo vivo cruzando las escaleras, justo frente a tu departamento.
Sonreí ruborizada, nunca antes lo había visto pero me dio vergüenza admitirlo así que mentí.
-Lo sé.
-Pensé que te habías ido.
-Traté pero fue imposible conseguir un taxi.
-Escuché que cerraron las fronteras.
-¿No eres de aquí?
-No.
-Ah.
-Veo que te preparas para el encierro.
-Supongo que no tengo otra opción.
-Por cierto soy Damian.
-Encantada.
-¿Cómo te llamas?
-Adara.
-Que nombre tan hermoso.
-Sí, supongo.
-Eres bailarina, ¿cierto?
-¿Cómo lo supiste?
-El año pasado fui a ver el cascanueces, recuerdo haberte visto en las fotos promocionales.
-Sí, fue una suerte que saliera en los carteles.
-Bailas muy bien.
-Seguro, mientras permanezca tras bastidores.
-Lo digo en serio, fueron los 2 minutos más sobresalientes de la obra.
Cuando las puertas del elevador se abrieron, extendí mis manos y le sonreí.
-Gracias por la ayuda.
-Oh si quieres lo llevo hasta tu departamento.
-No es necesario, gracias.
-¿Estás segura?, no me importa caminar unos metros más.
-Estoy segura. Fue un placer conocete Damian.
-Hey, te veré después.
Comentarios
Publicar un comentario