Le dolía el pecho, en realidad le dolía el alma. Atravesó el pasaje de los ángeles envuelta en una profunda agonía.
Lo único que deseaba era recostarse en su cama, cerrar los ojos y quitarse ese inmenso dolor que la oprimía.
Secó sus lágrimas y extendió la mano, el taxi se detuvo en aquella esquina mientras él la veía sin poder detenerla.
Le gritó, intentó detenerla pero no lo logró. De pronto sus pies se anclaron al suelo, su partida lo petrificó por completo. La música de la marimba, que estaba a su lado penetró en sus oídos como ecos.
Dalila se había marchado y si no hacía algo la perdería para siempre.
Para ella el tiempo no había pasado, en su mente, no hacía más de dos horas que ambos caminaban felices por las empedradas calles del centro, tomados de la mano, disfrutando de la cálida tarde y respirando los aromas que desprendían las flores de cempasúchil que decoraban las ofrendas.
Sus rostros se iluminaban con las tenues luces que emanaban de las velas y cirios. Las sombras de los visitantes se reflejaban en las paredes del palacio municipal.
Octubre le traía nostalgia a Dalila, era el mes en el que conoció a Xavier, el sol iluminaba de manera diferente, todo se veía diferente.
Pensó en Xavier y mientras la tarde caía y el recorrido terminaba, distinguió entre las sombras del fondo un rostro. Era él, Xavier estaba ahí.
Su corazón palpitó nervioso, pensó en salir corriendo, también en saludarlo, sus piernas no reaccionaron y de pronto sopló una corriente de aire frío, muy parecido al aire que distinguía a diciembre.
Miles de recuerdos invadieron su mente, volvió el tiempo atrás cuando ambos caminaban felices, tomados de la mano.
Justo antes de que él decidiera irse del país. Luego de eso su relación se tornó distante, fría, y mientras reaccionaba, él se acercó, tomó su mano y la miró fijamente.
¿Por qué no le había informado sobre su regreso?, su corazón se quebró al ver que una joven se acercó.
No quiso escuchar explicaciones, no deseaba saber que él tenía a alguien más.
Salió corriendo del palacio municipal. Xavier trató de alcanzarla pero había mucha gente y al perderla de vista, se detuvo en una esquina, entonces la vio alejarse nuevamente de su vida de nuevo sin escuchar una sola explicación.
Decidió que no se quedaría así, necesitaba escuchar de sus labios que ya no lo quería, necesitaba saber por qué había dejado de responder a sus cartas.
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