Reinventarse, salir corriendo dejando todo atrás. Ser alguien diferente, reír sin preocupaciones, pararse a la orilla del mar con la cara en alto y sentir la brisa fresca sobre mi cara, escuchar las olas chocando entre sí, vivir.
¿Quién era en ese momento?, ¿qué quería?, ¿hacia dónde me dirigían cada una de las decisiones que estaba tomando?
No era nadie, solo un cuerpo en el espacio, un nombre que pagaba impuestos puntualmente cada mes.
Estaba harta de la monotonía, de escuchar el despertador sonar cada mañana a la misma hora, girarme sobre la cama y abrir los ojos brevemente mientras pensaba cuándo acabaría ese tormento.
Pensé mil veces en él antes de llamarlo, su línea había sido desconectada, no había forma de contactarlo y entonces recordé que tenía el número de su casa anotado en una vieja libreta en casa de mis padres. Miré el reloj, eran las 10 de la noche, si llamaba a mamá haría mil preguntas y no tenía el humor de responderlas.
Me recosté nuevamente sobre la cama siguiendo la rutina diaria, pronto cerré los ojos pero mi mente no dejaba de hilar ideas, necesitaba hablar con él, cumplir la promesa que nos hicimos años atrás, finalmente había llegado el momento, el billete en el que había escrito mi nombre había vuelto a mis manos, si eso no era destino, ¿entonces qué era?
A la mañana siguiente decidí no ir al trabajo, me reporté enferma y pasé la mañana buscando en Facebook a su contacto, recordé que era amigo de un compañero de la universidad, encontrar a Joaquín no fue tarea simple, cuando por fin di con él busqué en su lista de amigos a Roberto, odiaba que la gente se cambiara el nombre o no pusiera su fotografía en el perfil.
Las iniciales RAR me parecieron conocidas, recordé haberlas visto bordadas en una de sus playeras.
Aparentemente se encontraba en el mismo lugar que desde la última vez que hablamos así que tomé mis cosas y salí del departamento. Necesitaba verlo.
Mientras manejaba por la carretera pensé en cómo tomaría mi repentina aparición en su vida, habían pasado 15 años desde la última vez que habíamos hablado, 4 más después de eso sin escribirnos una sola palabra.
Esperaba que su vida no fuera tan diferente a como la recordaba, que nada hubiera cambiado, que él no hubiera cambiado.
-Hey Alma soy yo.
-Qué hay Cinda.
-Antonio preguntó por ti en más de dos ocasiones, quiere que te reportes de inmediato, te llamó al departamento, le dije que no habías contestado porque te sentías muy mal.
-No estoy en la ciudad.
-Qué, a dónde estás.
-Tuve una emergencia.
-Si pues más vale que tu emergencia valga la pena o de lo contrario te va a despedir.
-Me haría un favor, así me darían mi finiquito.
-No sabes lo que dices.
-Ese es cuento mio. Te llamaré cuando regrese ¿vale?
-De acuerdo, cuídate.
Aparqué el auto cerca de la costa, caminé esperando que en algún momento él apareciera, era un pueblo pequeño y seguramente la gente se conocía a la perfección.
Pasaron cerca de 2 horas, la tarde empezaba a caer y hacía frío, froté mis manos contra mis brazos y volví al auto. Necesitaba encontrar un hotel en donde pasar la noche.
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