Él no era el tipo de hombre que me hubiera llamado la atención en la calle, es decir era guapo, interesante sin duda, inteligente, pero taciturno.
Dominic era todo lo contrario, era dominante, intenso. Cada mañana pasaba por mí en su deportivo, nunca se bajaba a abrirme la puerta, ni siquiera volteaba a verme cuando subía a su auto pero, tan pronto como me abrochaba el cinturón de seguridad, colocaba su mano con firmeza sobre mi muslo y me miraba soslayo al arrancar.
Era apasionado, no le importaba el lugar donde estuviéramos, me sujetaba de la cintura y acercaba su pelvis mientras me besaba suavemente el cuello hasta hacerme estremecer y perder los estribos.
Nunca dejaba que estuviera indispuesta, siempre se hacía lo que él quería y mi voluntad flaqueaba a su merced.
Por aquel entonces tenía 22 y estaba haciendo mi tesis. Mi padre estaba a punto de casarse con su nueva adquisición, una zorra trepadora quizás unos meses mayor que yo.
Dominic solía decirme que si a mi madre no le importaba por qué habría de importarme a mi lo que él hiciera y quizás tenía razón.
Mis pensamientos se ordenaban luego de pasar 40 minutos en la caminadora cuando apretaba el botón de stop y daba un brinco a los estribos, me bajaba y mientras me secaba el sudor con la toalla me dirigía al baño. Justo en ese momento era que tomaba las mejores decisiones de mi vida.
El casillero que había rentado estaba cerca de la puerta, no disfrutaba cruzando las enormes filas de mujeres cambiándose y hablando entre ellas de banalidades. No es que fuera antisocial ni nada por el estilo pero me llevaba mejor con los hombres, a pesar de los celos de Dominic.
Ethan era diferente en todos los sentidos, él era honesto, me miraba con un cierto aire de candor que me desconcertaba pues estaría casi entrando a los 40 cuando lo conocí. A esa edad y en un hombre que esta divorciado y tiene una hija no se puede hablar de inocencia, no con la experiencia que él tenía.
Sin embargo algo en él me enloquecía. Tal vez eran sus ojos jaspeados o sus labios, la forma en que sus pómulos delineaban su rostro o quizás el que fuera un hombre maduro sin pretensiones ni ideas absurdas.
Ethan era irresistible, y no era la única que lo pensaba, muchas mujeres de la facultad pensaban lo mismo, pero él mantenía con todas su postura.
La primera vez que lo vi pensé que estaba fingiendo, hasta ese momento ningún hombre se había resistido a mi sonrisa, nadie excepto él.
Teníamos todo en contra, no sólo por el hecho de ser la hija del decano sino porque era su alumna, era 16 años menor que él y estaba comprometida.
Dominic era todo lo contrario, era dominante, intenso. Cada mañana pasaba por mí en su deportivo, nunca se bajaba a abrirme la puerta, ni siquiera volteaba a verme cuando subía a su auto pero, tan pronto como me abrochaba el cinturón de seguridad, colocaba su mano con firmeza sobre mi muslo y me miraba soslayo al arrancar.
Era apasionado, no le importaba el lugar donde estuviéramos, me sujetaba de la cintura y acercaba su pelvis mientras me besaba suavemente el cuello hasta hacerme estremecer y perder los estribos.
Nunca dejaba que estuviera indispuesta, siempre se hacía lo que él quería y mi voluntad flaqueaba a su merced.
Por aquel entonces tenía 22 y estaba haciendo mi tesis. Mi padre estaba a punto de casarse con su nueva adquisición, una zorra trepadora quizás unos meses mayor que yo.
Dominic solía decirme que si a mi madre no le importaba por qué habría de importarme a mi lo que él hiciera y quizás tenía razón.
Mis pensamientos se ordenaban luego de pasar 40 minutos en la caminadora cuando apretaba el botón de stop y daba un brinco a los estribos, me bajaba y mientras me secaba el sudor con la toalla me dirigía al baño. Justo en ese momento era que tomaba las mejores decisiones de mi vida.
El casillero que había rentado estaba cerca de la puerta, no disfrutaba cruzando las enormes filas de mujeres cambiándose y hablando entre ellas de banalidades. No es que fuera antisocial ni nada por el estilo pero me llevaba mejor con los hombres, a pesar de los celos de Dominic.
Ethan era diferente en todos los sentidos, él era honesto, me miraba con un cierto aire de candor que me desconcertaba pues estaría casi entrando a los 40 cuando lo conocí. A esa edad y en un hombre que esta divorciado y tiene una hija no se puede hablar de inocencia, no con la experiencia que él tenía.
Sin embargo algo en él me enloquecía. Tal vez eran sus ojos jaspeados o sus labios, la forma en que sus pómulos delineaban su rostro o quizás el que fuera un hombre maduro sin pretensiones ni ideas absurdas.
Ethan era irresistible, y no era la única que lo pensaba, muchas mujeres de la facultad pensaban lo mismo, pero él mantenía con todas su postura.
La primera vez que lo vi pensé que estaba fingiendo, hasta ese momento ningún hombre se había resistido a mi sonrisa, nadie excepto él.
Teníamos todo en contra, no sólo por el hecho de ser la hija del decano sino porque era su alumna, era 16 años menor que él y estaba comprometida.
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