Sucedió en el verano de 1991, si me pongo a contar los años parece mentira que han pasado 30 años desde que lo conocí.
Él estaba sentado en una incómoda silla de metal cerca del lago, leía un libro o una revista, no recuerdo bien qué era, lo que recuerdo es que tenía la pierna cruzada en escuadra y tan pronto me vio dejó lo que estaba leyendo sobre la mesa y sonrió.
No me sorprendió pues era la segunda huésped del hotel, pocas personas se atrevían a hospedarse en un lugar tan alejado y viejo. Yo prefería la paz que ese tipo de lugares dan, necesitaba alejarme de todo lo que me dañaba, de la gente, de los recuerdos que me sumergían nuevamente en la desgracia de lo que había pasado semanas antes en mi vida.
Aquel día hacía calor, me puse un vestido de lino y trencé mi cabello con un listón que encontré en la maleta. Tomé una de las sombrillas que estaban en la entrada y bajé las estrechas escaleras de piedra llenas de moho y hierbas que llevaban al lago.
Agité mi sombrilla, no muy lejos de la orilla se encontraba una mesa metálica y en ella un joven hombre bebía un té helado.
El sol brillaba en la parte más alta del cielo y entre cerré los ojos para poder ver los adoquines que estaban casi enterrados en el suelo.
Él volteó a verme, sonrió y yo me ruboricé, no esperaba encontrar a alguien sentado en el jardín. Agité la sombrilla tratando de ocultar mi rostro, tenía los ojos inflamados por haber llorado la noche anterior.
Él tomó entre su mano el vaso de té que estaba sobre la mesa junto a la revista o libro que segundos antes había dejado y lanzó un profundo suspiro acompañado de un prolongado sonido muy parecido a una "A".
-Hace calor, ¿cierto? -prosiguió.
-Sí -respondí y caminé hasta la orilla del lago fingiendo que no me importaba que estuviera ahí, siguiéndome con la mirada.
-Soy Colin, cómo te llamas.
-Jenna -respondí sin voltear.
-¿Quieres un vaso de limonada?
-Estoy bien gracias.
-No te había visto en el hotel, ¿acabas de llegar?
-Ayer en la noche.
-¿Cuántos días estarás aquí?
-Algunos, tal vez una semana, tal vez dos días. Todo depende.
-¿De qué?
-Del clima -respondí irónica.
-Yo me iré el viernes.
-Es una lástima, me hubiera gustado conocerte mejor -volteé y le sonreí.
Colin se levantó de su silla y se aproximó hacia mí.
-Aprovechemos el tiempo que nos queda entonces.
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