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Andrea Lang

 Nunca había escuchado ese nombre antes sin embargo era lo único en lo que pensaba el profesor desde que la conoció.

Por una fracción de segundos su mente se perdió, se imaginó acariciando su cabello caoba, sus mejillas rosadas y aquellos carnosos labios. Le recordaba tanto a Gaby.

Si ella siguiera viva tendría probablemente unos 10 años más que Andrea.

Lanzó un suspiro que lo trajo de vuelta a su realidad. La computadora se había reiniciado y el reloj marcaba casi las 10, tenía que irse a casa de inmediato. Mañana temprano tendría que recoger a su hija en la terminal de autobuses.

Loreta tenía casi 7 y desde que su ex esposa se casó, solo pasaba tiempo con su padre 2 veces al año. 

Tomó sus cosas y salió de su oficina, mientras cerraba la puerta con llave escuchó la voz de Andrea.

–Dijo que me enviaría lo que le pedí.

–Lo siento, lo olvidé. 

–La tarea es para la próxima semana, tendrá que darme una extensión.

–Lo haré, solo no lo menciones a tus compañeros.

Andy sonrió y sus mejillas se ruborizaron haciendo que el profesor tirara los libros que llevaba en la mano. Ambos se agacharon a recogerlos, sus manos se tocaron. Andrea imaginó una vida a su lado, era fácil hacerlo con un hombre tan atractivo e interesante como lo era el profesor.

–Esta misma noche te enviaré lo que me pediste, lo prometo.

–De acuerdo, gracias.

Él salió corriendo por el pasillo hasta llegar a la puerta norte, Andrea se quedó parada frente a su oficina hasta que minutos después recibió una llamada telefónica que la sacó de su letargo.

Demian necesita escuchar su voz de inmediato, saber en dónde estaba y a qué hora llegaría al dormitorio.

Mientras meditaba si era correcto o no responder a su llamada esta se cortó. Ella sonrió aliviada, odiaba responder a sus preguntas, hubiera preferido seguir al profesor Laskins.

Andrea frunció el labio inferior, miró el anillo que llevaba en su dedo. No quería casarse con Demian, estar a su lado era todo un suplicio pero si no lo hacía su padre perdería todo lo que tenía.

Pensaba marcharse cuando escuchó que alguien abría la puerta, al voltear vio nuevamente a Laskins, ambos palidecieron ante el encuentro.

–Oh, sigues aquí.

–Y usted volvió.

–Olvidé apagar la computadora, si quieres entra y te daré la tarea de inmediato.

Dijo y metió la llave en la cerradura de la puerta.

–De acuerdo.


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