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Ella.

 El profesor Laskins se quitó los anteojos y los puso sobre el escritorio de madera que estaba justo al centro del salón, delante del pizarrón y junto al gran ventanal que daba al lago.

Se recargó y cruzó los brazos por encima de su pecho, observó al grupo esperando que alguien se atreviera a levantar la mano.

La puerta trasera del salón se abrió y todos se giraron. Una hermosa joven de cabello bermellón se ruborizó, encogió los hombros y bajó la mirada.

–Lo siento –murmuró y se sentó en el primer lugar que encontró.

Laskins tragó saliva, le recordaba tanto a Clarice, su presencia lo había dejado sin palabras. Uno de los alumnos de la primera fila levantó la mano. Él estaba completamente absorto con la belleza de aquella joven estudiante que había aparecido como un remolino.

–¿Profesor?

–Ah sí, dime Karym.

–Me parece que se trata de una erupción estromboliana por la fuerza con la que las rocas incandescentes fueron lanzadas además, por ese periodo de calma que tuvo antes de explotar.

El timbre sonó, todos se apresuraron a guardar sus libros y ponerse en pie. Aquella misteriosa joven permaneció en su lugar aún después de que todos salieran del salón. Se puso en pie y se acercó a Laskins.

–Lamento haber interrumpido su clase, no era mi intención.

Él fingió desinterés mientras guardaba sus libros dentro de su portafolio. Laskins era un hombre aproximadamente de 35 años, tenía el cabello castaño claro y ondulado, los ojos verde oliva y labios delgados, sus pómulos se marcaban cuando sonreía, a todas las estudiantes les parecía que era todo un adonis y él se sentía adulado con todas aquellas miradas y suspiros que desprendía a su paso.

–Que no se vuelva a repetir señorita...

–Andy, Andrea Lang.

–Bien señorita Lang, ¿hay algo más que pueda hacer por usted?

–Me gustaría, si es posible, que me diera el temario.

–Para ser nueva está muy bien enterada de que habrá examen la otra semana.

Ella sonrió y un par de hoyuelos enmarcaron su sonrisa. Laskins palideció, ella era tan parecida a Clarice. Se espabiló agitando la cabeza, sus ondas cayeron por encima de su frente. Tomó su portafolio y extendió su mano indicando a la joven que caminara a su lado rumbo a la puerta.

Andy apretó sus libros contra su pecho.

–Envíeme un correo electrónico y se lo haré llegar esta misma tarde. Ahora si me disculpa tengo otra clase y ya voy atrasado.

–Lo haré, gracias.

El recuerdo de Clarice permanecía intacto en la memoria de Laskins, ver a Andy removió en él sentimientos que creía superados. 

Antes de entrar al salón observó a Andy marcharse, sonrió para sí, le alegraba saber que no sería la única vez que la vería.

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