Ir al contenido principal

El diario de Mina. Capitulo 1 parte 1


Capitulo 1


El testamento.


Marzo.


El pesado portón de madera rechinó tras abrirse, una mujer de aspecto cadavérico, vestida de negro y con el cabello recogido se apartó inexpresiva de la entrada tras atisbar a Romina.

 La joven titubeó antes de entrar a la casa, incluso se detuvo a verla expectante de su aprobación para atravesar el jardín.

La mujer inclinó la cabeza, lanzó una mirada hostil y desapareció entre los helechos que estaban junto a la entrada.

Romina  se encontró sola en el extenso pasillo, a su izquierda había puertas de madera con herraduras doradas y pequeñas ventanas cubiertas por cortinas de encaje blanco, a la derecha enormes vitrales emplomados rodeando el jardín central.

Dio un par de pasos y nuevamente se encontró a aquella extraña mujer, ella extendió su mano señalándole el pasillo que debía tomar para llegar  al lugar en donde se daría la lectura del testamento.

Sus pasos se escucharon como ecos en la casa, Romina se giró en busca de esa mujer, ella caminaba a su lado en silencio, le dio la impresión de que sus pies nunca tocaban el piso, era como si flotara.

En aquella casa reinaba un silencio sepulcral, ni siquiera el movimiento de las plantas del jardín se alcanzaba a escuchar al interior.


Al final del pasillo había un par de jaulas de oro vacías, la mujer giró a la izquierda y abrió una pesada puerta de madera, detrás de ella se encontraba el comedor. Romina entró y ella volvió a echar llave al cerrojo, luego, se acercó a la ventana y corrió  las cortinas de terciopelo.


Los pisos estaban cubiertos de alfombras en tonos de verde oscuro, al centro se encontraba una mesa oval rodeada por exactamente 13 sillas. Se estremeció al ver su longitud y al voltear observó una delicada vitrina llena de hermosas vajillas. 


Casi al final del comedor se ubicaba una gruesa puerta de madera. Detrás de ella el camino hacia la biblioteca de su abuelo continuaba.


Romina tomó una profunda bocanada de aire y alzó el cuello con dignidad al descubrir que  ese no era el camino principal sino el recorría la servidumbre.

A punto de perder la paciencia, finalmente atravesaron un estrecho pasillo cuya única iluminación provenía de la ventana que estaba al fondo. La mujer se detuvo a la mitad y le señaló la biblioteca.

Romina hizo una mueca y entró cauta, la mujer volvió a desapareció sin que ella se diera cuenta.

Había tanto que no conocía de los Aragón, Ella menos que nadie tenía derecho a estar ahí, ni siquiera entendía por qué la habían citado para la lectura del testamento de su tía Dolores.

Observó su reloj, faltaban 15 minutos para que se leyera el testamento y aún no aparecía nadie más.

Romina recorrió la biblioteca, notó que el piso estaba perfectamente pulido, le gustaba la combinación de blanco con negro de las lozas. Se asomó por la ventana, al fondo del jardín trasero se encontraba la capilla y a un lado, una vieja puerta de herrería que conducía al campo de Lavanda. 


Deseó no tener que estar ahí, hacía mucho que no veía a  la familia de su padre, no se sentía cómoda con ellos. Pensó en llamar a Hanna pero en lugar de eso observó el reloj,  a penas habían pasado 5 minutos y ella sentía que había sido una eternidad.


La campana del reloj empezó a emitir un sonoro ding dong. El movimiento del péndulo la perturbó. Sacudió su cabeza para espabilarse un poco y tomó una profunda bocanada de aire y se distrajo con el librero.


Sabía, gracias a su madre, que su abuelo era un ávido lector fanático de los libros de terror y ciencia ficción. Sin embargo, en su librero también se hallaban primeras ediciones de reconocidos libros y en las paredes, había pinturas que bien podrían estar adentro de algún museo de arte sacro. Sintió un ligero escalofrío y entonces se giró, justo detrás del escritorio estaba el retrato de Don Leonardo Aragón quién, a juzgar por Romina, la miraba con desconcierto y hostilidad. 


Llamó su atención que su cuello estaba cubierto por una gruesa bufanda color negro, su mano derecha recargada sobre un elegante bastón de madera estilo victoriano, resaltaba la flor de lis tallada a un costado, su mano izquierda permanecía oculta bajo la solapa de su abrigo color naranja.

Una serie de risas se escucharon por el pasillo. Romina corrió a sentarse en uno de los sillones y sacó su celular fingiendo que no se había movido de su lugar desde que llegó.


Teresa Aragón entró del brazo de un delgado hombre encorvado y lleno de canas quien, imaginó se trataba del notario.

Teresa era una mujer de aproximadamente 55 años, vestía un traje arriba de la rodilla y sus zapatillas tenían un diminuto tacón cuadrado.


Discretamente le hizo una mueca a Romina mientras conducía al hombre hacia el escritorio.  Segundos después apareció Rodrigo sujetando también del brazo a su madre. Romina se sintió nerviosa, volteó hacia la puerta esperando ver a Hanna, necesitaba un rostro amable que no la hiciera sentirse tan sola en aquel extraño lugar, incluso pensó que la presencia de su padre en la lectura podría hacer que se sintiera más cómoda.

El hombre sacó un montón de hojas de su portafolio, ajustó sus anteojos y esperó a que todos tomaran asiento. Romina sacó su teléfono, pensó en enviarle un mensaje a su hermana pero se contuvo.


-Buenas tardes a todos, estamos aquí reunidos para proceder a la lectura del testamento de Doña Dolores Aragón Torrentera -dijo el hombre con la voz rasposa-. Hoy día 11 de Marzo, yo Justino Sánchez, juez del tribunal de primera instancia de San Andrés y en presencia de sus herederos, voy a leer el testamento de doña Dolores que me ha sido entregado por la familia. Cuando diga sus nombres no tienen más que asentar con la cabeza. Yo Dolores Aragón Torrentera, estando en pleno uso de mis facultades mentales y siendo así mi voluntad, dejo la hacienda, que en vida perteneciera a mis padres, así como mi casa y el resto de mis pertenencias a mí sobrina Romina Aragón Vargas. 

Una serie de gritos y cuchicheos se escucharon en el despacho. Romina palideció y soltó su teléfono al escuchar su nombre.


-¡Silencio por favor! -demandó el notario-. Que mis deseos sean órdenes Dolores Aragón. Es todo -añadió y empezó a guardar sus cosas.


-¡Debe ser una broma! -vociferó Teresa poniéndose en pie y encarando furiosa al notario.


-Lo siento señora pero así lo estipula el testamento de su hermana, yo solo estoy aquí para leer su última voluntad.


-Pero es que es inaudito, ella ni siquiera debería estar aquí -dijo señalando a Romina-, ella nunca ha sido una Aragón.


-¡Basta tía! -gritó Rodrigo y se acercó lentamente hasta Romina.


Ella lo miró desconfiada, se puso en pie de un tirón y se colocó de frente a él.


-Desde que murió su marido en ese trágico accidente Tía Lola tenía problemas mentales, todos lo sabían -dijo sin quitarle la mirada de encima.


El notario respondió ajustando sus lentes y colocando su portafolio debajo de su brazo.


-Son cosas que no me incumben joven.


-Me parece que no podemos permitir que la propiedad que por años perteneció a la familia pase a manos de Romina -musitó Teresa llena de desprecio-. La casa de Lola, bueno también era parte de la casa de mis padres pero no tengo inconveniente en qué se la quede, ningún recuerdo me ata a ella. Sin embargo quisiera revisarla antes de entregarla.


-Y se metería en un problema si lo hiciera señora -añadió Justino arrastrando la voz.


-Era mi hermana.


-Mire está en su derecho de impugnar el testamento siempre que sea por la vía legal, le aconsejo que hable con su abogado -agregó el notario mientras caminaba hacia Romina.

Teresa se acercó a Rodrigo y susurró algo a su oído. Él se apartó de la joven cediendo el paso al notario.


-Aquí está mi tarjeta señorita Aragón, cuando guste la espero en mi oficina para que tome posesión de sus propiedades.


-Gracias.


-Me retiro, mi más sentido pésame para todos -hizo una reverencia y continuó su camino.

Romina aventó la cabeza hacia adelante y esbozó una diminuta sonrisa, aprovechó para tomar sus cosas y caminó hacia la puerta.


-No sé como lograste manipular a mi hermana pero al ser yo la menor tengo más derecho que tu sobre su herencia -amenazó cortándole el paso a su sobrina.


-Lola decidió otra cosa y debemos respetar su voluntad.


-Como si te importara, lo dices solo porque te conviene. Creo que no me dejas opciones, voy a recuperar la propiedad que era de mis padres cueste lo que cueste.


-¿Es una advertencia?


-Tranquila tía, no es el momento ni el lugar para perder la compostura -susurró Rodrigo pero sus palabras fueron audibles para Romina quien alzó  altiva la cabeza por encima de los hombros y miró a su tía con desprecio.


-Entiendo cómo debes sentirte, tampoco yo sé por qué la tía Dolores me heredó la hacienda de los abuelos pero esa fue su voluntad, haz lo que quieras pero de una vez te digo que no pienso renunciar a la herencia  -volteó encarándolos.


-Te hará falta más que valentía para vencer a tus adversarios.


-Acepto el reto.


-No sabes en lo que te estás metiendo -dijo Rodrigo-Te vas a arrepentir por haber aceptado esa herencia hasta el grado de suplicar que la acepten de vuelta pero te digo algo, todo tiene un precio, tendrás que ceder.


Romina lanzó una carcajada llena de ironía, apenas podía creer que Rodrigo tuviera una actitud tan infantil.


-Lo que digas.


-Max nunca estará de acuerdo en que te quedes con las propiedades de Lola -reprochó Rodrigo-, por algo te hizo a un lado de la familia.


-Y eres tú quien lo dice, ni siquiera llevas el apellido Aragón, ¡qué haces aquí!


En un arrebato Teresa empujó a Rodrigo y se colocó de frente a Romina.


-No mereces esa herencia y no voy a permitir que te quedes con ella -gritó Teresita.


-Por mí puedes hacer lo que te plazca pero ahora más que nunca, la consideraré como una compensación por todos esos años en los que me privaron de lo que me pertenecía.


Los ojos de Teresa se enfurecieron, levantó la mano para darle una bofetada pero Rodrigo la detuvo. Ella desfalleció en sus brazos.


-Mejor te vas Romina -demandó Rodrigo-, no queremos más problemas.


Clara, quien hasta ese momento permanecía en un rincón, la miró de soslayo, la actitud de su hijo era algo que no esperaba.


-¡Sacala de aquí!, llama a mi doctor, mis pastillas Rosalia, trae mis pastillas -dijo Teresa ahogando la voz.





Comentarios

Entradas populares de este blog

The Deal – First Chapter

Two years of interning at Sykes & Williams opened up many doors for Kyle Carter and his friend Matt Vaughn. They came to know major players in California business and both received offers to become salaried employees at Sykes & Williams. Both remained in the company for a few years so they could continue to make important connections and fine tune their skills. After that, Kyle and Matt were ready to start up Carter Health. The name was decided upon after a lengthy conversation. The sound made by a "C" was more recognizable and friendly. “V” was considered too be intimidating and snobbish, so Matt bought it. Carter Health was comprised of three small to midsized insurance providers. They ingratiated with them while they were still at Sykes & Williams. They billed themselves as a fresh innovative HMO ready to take on new providers. While true, they needed to grow their business quickly. “We have a zero margin for error, Matt. We have a trickle of cash flow a

El domo parte 2

Nada de lo que había pasado la noche anterior había sucedido realmente. Ese fue el primer pensamiento que Alexa tuvo al despertar. Se sentía mareada, como si no hubiera descansado en toda la noche, una fuerte ráfaga de aire entró por su ventana tirando al suelo el florero que estaba en la mesa. Corrió a cerrar la ventana y se cortó el pie con uno de los vidrios, entonces sujetó su pie y buscó un paño con el cual detener la sangre que brotaba y así poder llegar al baño para limpiar la herida. Abrió la llave del agua caliente de la bañera y se sentó a un lado, al retirar el paño se sorprendió al ver que estaba seco y limpio. El vidrio aún estaba incrustado en su pie pero no había sangre y la herida cerró tan pronto lo sacó. Recordó encantes que nunca había visto su sangre, nunca se había cortado, ni fracturado un hueso, nunca había faltado a la escuela a causa de una enfermedad, no sabía lo que era tomar medicinas. Cerró la llave cuando el baño se llenó de vapor, limpió el espejo con su