¿Mencioné que él era mi cómplice de aventuras?
Lo conocí cuando cumplí 9 años aunque ya lo había visto en varias ocasiones en el patio, yo corría atrás de los coches, me escondía y veía como se despedía de mi tia, en aquel entonces era solo el pretendiente de mi tía, ni novios, ni amigos, solo alguien interesado en ser parte de la familia.
Tenía un coche blanco y ella una foto de él en su moto de carreras sobre su buró.
Recuerdo que me dio dos cosas, una pistola llavero que hacía sonidos y que cuando me la dio me pareció el regalo más fabuloso del mundo. Aún lo tengo guardado.
Y una lotería por mi cumpleaños.
Yo era como ese animalito perdido que busca un poco de afecto. Mi padre nos abandonó cuando tenía 3 años, de él solo tenía el apellido y un perro, un enorme y bellísimo Lassi al cual llamamos payaso.
Payaso porque cuando mi mamá dejó la casa donde vivía con mi papá, el primero en subirse al auto fue el perro, como si estuviera dispuesto a conducir con tal de no dejarnos.
De mi padre recibía un montón de regalos por año, siempre el mismo días, tal vez en mi cumpleaños, los enviaba con el chofer pasadas las 4 de la tarde.
Éste bajaba los regalos y yo no entendía qué pasaba, solo que todos eran para mi, una mansión de barbie, pelotas, juguetes costosos. A mi papá nunca lo ví.
Crecí sin una figura paterna, aunque siendo honestos no la creí necesaria. No, sino hasta que mis amigas hablaban de su papá o de su familia y entonces me preguntaba, cómo era vivir con una persona que no fuera mamá.
Cuando mis tíos se casaron, se quedaron a vivir con mis abuelos. A él lo veía todos los días cuando se iba a su taller, era extraño ver a otro hombre en la casa que no fuera mi abuelito.
Pero poco a poco se hizo más familiar su presencia.
Él sabía escuchar, reía con mis chistes, me daba consejos, me hablaba con cariño y era cómplice de mis aventuras.
Él llamó por mi al chico que me gustaba para que no tuviera que enfrentarme a las preguntas de su madre, él era mi amigo.
Me llevó por primera vez al antro, a él le dije que tenía novio y cómo lo había conocido, no recibí un regaño sino un "ten cuidado".
Él siempre se alegraba con mis logros y lloraba con mis fracasos, él me llevó a la universidad el primer día, era mi padre, al menos lo fue.
Mis tíos no tuvieron hijos pero tenían un montón de sobrinos, unos más queridos que otros e incluso hasta a mi perro lo llegó a querer como si fuera el suyo.
A veces parece que he vivido toda mi existencia sumida en un sueño.
Lo conocí cuando cumplí 9 años aunque ya lo había visto en varias ocasiones en el patio, yo corría atrás de los coches, me escondía y veía como se despedía de mi tia, en aquel entonces era solo el pretendiente de mi tía, ni novios, ni amigos, solo alguien interesado en ser parte de la familia.
Tenía un coche blanco y ella una foto de él en su moto de carreras sobre su buró.
Recuerdo que me dio dos cosas, una pistola llavero que hacía sonidos y que cuando me la dio me pareció el regalo más fabuloso del mundo. Aún lo tengo guardado.
Y una lotería por mi cumpleaños.
Yo era como ese animalito perdido que busca un poco de afecto. Mi padre nos abandonó cuando tenía 3 años, de él solo tenía el apellido y un perro, un enorme y bellísimo Lassi al cual llamamos payaso.
Payaso porque cuando mi mamá dejó la casa donde vivía con mi papá, el primero en subirse al auto fue el perro, como si estuviera dispuesto a conducir con tal de no dejarnos.
De mi padre recibía un montón de regalos por año, siempre el mismo días, tal vez en mi cumpleaños, los enviaba con el chofer pasadas las 4 de la tarde.
Éste bajaba los regalos y yo no entendía qué pasaba, solo que todos eran para mi, una mansión de barbie, pelotas, juguetes costosos. A mi papá nunca lo ví.
Crecí sin una figura paterna, aunque siendo honestos no la creí necesaria. No, sino hasta que mis amigas hablaban de su papá o de su familia y entonces me preguntaba, cómo era vivir con una persona que no fuera mamá.
Cuando mis tíos se casaron, se quedaron a vivir con mis abuelos. A él lo veía todos los días cuando se iba a su taller, era extraño ver a otro hombre en la casa que no fuera mi abuelito.
Pero poco a poco se hizo más familiar su presencia.
Él sabía escuchar, reía con mis chistes, me daba consejos, me hablaba con cariño y era cómplice de mis aventuras.
Él llamó por mi al chico que me gustaba para que no tuviera que enfrentarme a las preguntas de su madre, él era mi amigo.
Me llevó por primera vez al antro, a él le dije que tenía novio y cómo lo había conocido, no recibí un regaño sino un "ten cuidado".
Él siempre se alegraba con mis logros y lloraba con mis fracasos, él me llevó a la universidad el primer día, era mi padre, al menos lo fue.
Mis tíos no tuvieron hijos pero tenían un montón de sobrinos, unos más queridos que otros e incluso hasta a mi perro lo llegó a querer como si fuera el suyo.
A veces parece que he vivido toda mi existencia sumida en un sueño.
Comentarios
Publicar un comentario