4 horas, 20 minutos y 15 segundos.
Esperando a que él finalmente tomara sus maletas y saliera de la casa. Estaba descubierto, aún así negó todo, me culpó, culpó a las circunstancias y luego de eso se paró en la entrada y amenazó con una demanda. No pasó mucho tiempo antes de que la abogada llamara a la puerta, él abrió, ella me sonrió, lo llamó por su nombre y le entregó un sobre, ni siquiera se tomó la molestia de presentarse simplemente se dio la vuelta y antes de llegar a su auto agregó "y no está a su consideración".
Él se giró, me miró lleno de furia y aventó la hoja al suelo, en el interior estaba temblando pero mantuve la compostura, las niñas bajaron las escaleras, lo observaron tensas, la mayor le gritó, si tocas a mamá llamaré a la policía. Él tomó una profunda bocanada de aire, se volteó hacia donde ellas se encontraban y se acercó con ternura.
-Siempre seré su papá y estaré para ustedes. Su mamá y yo...
-Sabemos lo que pasó y no queremos volver a verte, nunca.
El corazón se me estrujó, nunca les pedí que lo odiaran, me arrepentí por haberlas puesto al tanto de la situación.
Él se volteó a ver a la más pequeña, ella se ocultó detrás de su hermana. Entonces se volvió hacia mí, contuvo sus palabras, tomó su maleta y salió de la casa azotando la puerta.
Las niñas corrieron a mis brazos, estábamos solas las 3, completamente solas en el mundo y lejos de la poca familia que nos quedaba.
14 años tirados a la basura por una infidelidad, 14 años en los que cedí parte de mi tiempo de mi espacio de mi vida con tal de hacerlo feliz, en los que rechacé un empleo para que él no se sintiera menos, en los que traté de ser comprensiva, darle libertad. ¿A dónde se había ido el tiempo?, ¿en dónde quedaba el amor?
No quería que mis hijas pensaran que el amor eterno no existía, existía en mí hacia ellas, en mi madre hacia mí y en aquellos amigos que sin pedirles tiempo estaban cuando los necesitaba.
No podía volver a casa, la abogada me había dado un plazo para la absoluta disolución del matrimonio, me quedaría con el 50% de sus ingresos y lo acusaría de adulterio. Mis hijas tendrían siempre a su padre, al menos eso esperaba, eso fue lo que él dijo pero yo no podía perdonarlo, me había humillado, roto el corazón. Quizás con el tiempo sanaría eso aún no lo sabía.
4 años soporté sus mentiras, 4 años me engañé a mi misma y esa era la parte que más me dolía porque a final de cuentas siempre supe la verdad pero tenía miedo, no quería destruir a mi familia. Lo cierto era que él se encargó de eso, no yo, no era mi culpa, ¿o si?
Lloré cuando las niñas se fueron a dormir, sentía un hueco en el estómago y a alguien sentado sobre mi pecho, me costaba tragar saliva, quería morir pero estaban ellas y por ellas tenía que continuar, despertar, vivir, sonreír, reconstruir nuestra vida después de todo.
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