El péndulo del reloj se movían con un ritmo constante provocando un estridente sonido que retumbaba en mis oídos "click-clack" una y otra vez.
Me atormentaba, me llenaba de ira.
El abogado entró a la sala y me miró con desdén, se sentó a su lado y le susurró algo al oido, ambos sonrieron y con notable relajación Don se desabrochó el saco.
Había sido tan increíblemente estúpida al haber rechazado mi herencia, quizás las cosas habrían sido diferentes, no me vería en la necesidad de estar mendigando una parte de la casa que compramos cuando nos mudamos.
Mientras el abogado se pavoneaba por la sala mostrando las pruebas de mi infidelidad vi a Loise en la sala, ella era el verdadero problema. No había sido yo quien había fallado en este matrimonio, era él, Don y su crisis de los 40.
Loise era su secretaria desde hacía 3 años y su relación empezó después de la cena de fin de año de la empresa. Yo lo sabía, no estaba de acuerdo con ello pero enfrentarlo sería comenzar una interminable serie de reclamos y no tenía ganas de eso, estaba deprimida.
En medio del descanso que el Juez solicitó aproveché para despejarme un poco e ir al baño.
Loise secaba sus delicadas manos llenas de anillos de oro y piedras preciosas, sus arregladas manos que probablemente no tenían la necesidad de hacer otra cosa que sostener un par de brochas para maquillarla.
La odiaba, me quitó todo, o tal vez fui yo quien lo había propiciado al no interesarme en mi marido desde que conocí a Ricardo.
No, jamás lo engañé con él, solo éramos amigos, era mi confidente, era quien le devolvía un poco de alegría a mi vida.
Loise se apresuró a salir del baño tan pronto como notó mi presencia, supongo que creyó cerraría con llave la puerta para después tomarla por sorpresa y agarrar su cabello, azotaría contra el suelo y romperle la cara. No, yo no era tan violenta y ese no era el mejor lugar para hacerlo, mi marido solo buscaba un pretexto para sacarme de la jugada.
¿A donde se fue mi juventud? ¿En qué momento empecé a envejecer? Creí que sería joven para siempre. Envejecer nunca estuvo en mis planes.
Me eché un poco de agua en el rostro y regresé a la sala. Don me miró de reojo mientras Loise se delineaba los labios.
-Señora Johns, el abogado del señor Johns tiene un trato para usted.
Me atormentaba, me llenaba de ira.
El abogado entró a la sala y me miró con desdén, se sentó a su lado y le susurró algo al oido, ambos sonrieron y con notable relajación Don se desabrochó el saco.
Había sido tan increíblemente estúpida al haber rechazado mi herencia, quizás las cosas habrían sido diferentes, no me vería en la necesidad de estar mendigando una parte de la casa que compramos cuando nos mudamos.
Mientras el abogado se pavoneaba por la sala mostrando las pruebas de mi infidelidad vi a Loise en la sala, ella era el verdadero problema. No había sido yo quien había fallado en este matrimonio, era él, Don y su crisis de los 40.
Loise era su secretaria desde hacía 3 años y su relación empezó después de la cena de fin de año de la empresa. Yo lo sabía, no estaba de acuerdo con ello pero enfrentarlo sería comenzar una interminable serie de reclamos y no tenía ganas de eso, estaba deprimida.
En medio del descanso que el Juez solicitó aproveché para despejarme un poco e ir al baño.
Loise secaba sus delicadas manos llenas de anillos de oro y piedras preciosas, sus arregladas manos que probablemente no tenían la necesidad de hacer otra cosa que sostener un par de brochas para maquillarla.
La odiaba, me quitó todo, o tal vez fui yo quien lo había propiciado al no interesarme en mi marido desde que conocí a Ricardo.
No, jamás lo engañé con él, solo éramos amigos, era mi confidente, era quien le devolvía un poco de alegría a mi vida.
Loise se apresuró a salir del baño tan pronto como notó mi presencia, supongo que creyó cerraría con llave la puerta para después tomarla por sorpresa y agarrar su cabello, azotaría contra el suelo y romperle la cara. No, yo no era tan violenta y ese no era el mejor lugar para hacerlo, mi marido solo buscaba un pretexto para sacarme de la jugada.
¿A donde se fue mi juventud? ¿En qué momento empecé a envejecer? Creí que sería joven para siempre. Envejecer nunca estuvo en mis planes.
Me eché un poco de agua en el rostro y regresé a la sala. Don me miró de reojo mientras Loise se delineaba los labios.
-Señora Johns, el abogado del señor Johns tiene un trato para usted.
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