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Los oscuros.

Cuando aquel hombre espigado, de cabello negro y nariz larga entró a mi consultorio sentí un ligero escalofrío. Era la primera vez que lo veía, nunca antes había escuchado su nombre sin embargo tuve una extraña conexión tan pronto lo vi.

Se sentó en el sillón que estaba frente a mi escritorio. Endureció la mordida y el hueso de su mandíbula sobresalió en su rostro. Me miró con sus ojos café y cruzó la pierna por encima de su muslo.

-Una disculpa por la tardanza.

-Estoy acostumbrado a esperar.

-Antes de empezar me gustaría saber algunas cosas sobre usted.

-Adelante.

-Dice que lo recomienda Jackie Marley.

-Sí.

-Solo por curiosidad. La señora Marley tiene alguna relación con usted.

-Ninguna, no la conozco.

-Cómo pudo entonces recomendarlo conmigo.

-Solo susurró su nombre en mí oído, dijo que usted la ayudó a salir de su depresión.

-No entiendo lo que dice.

-¿Cree en fantasmas?, doctora.

-Perdón.

-Después de lo que voy a contarle su vida no será la misma.

-Estoy aquí para ayudarlo.

Tomé asiento frente a él, coloqué mi libreta y puse algo de música, hasta ese momento me percaté de que tenía los dedos llenos de anillos. Fue inevitable para mí fijar la mirada en uno de ellos. Se trataba de una serpiente negra que enrollaba la mayor parte de su dedo índice.

Él sonrió como haciendo una mueca y aclaró la voz antes de empezar a hablar.

-Marley murió en su casa hace 6 meses, sola.

-Cómo sabe todo eso si no la conocía.

-Es una larga historia. Empezó el último viernes de octubre, antes del ocaso. Estaba sentado en la sala de té de mi madre y de pronto vi pasar a alguien. Al principio pensé que podría ser la señora del servicio pero no, la casa estaba vacía, solo estaba yo. Todos habían salido al jardín cuando escucharon un estruendo en el cielo.

-Qué tipo de estruendo.

-No lo sé, un crujido muy fuerte, como si se estuviera abriendo el cielo, solo había nubes, un montón de nubes que parecían más bien pedazos de algodón colocados estratégicamente en el cielo para cubrir algo.

-Qué podrían cubrir.

-No lo sé, lo que pasaba atrás de ellas.

-Disculpe pero no lo sigo.

-Todo, ellos conspirando, planeando su siguiente movimiento, vigilándonos, riéndose de nuestras desgracias.

-¿Quienes?

-Los oscuros.

-Los oscuros, quienes son los oscuros señor Adams.

-Los dueños del mundo, nada se mueve sin que ellos lo hayan planeado. Somos sus prisioneros, se alimentan de nuestros sueños, de nuestras emociones, de nuestra energía. No nos dejarán escapar nunca de esta prisión.

-Dígame, cuál es su programa favorito.

-¿Mi programa?

-Sí, supongo que ve televisión o le gusta la ficción, hábleme de sus gustos.

-¿Cree que miento?

-Respeto sus creencias.

-No son creencias, es la verdad. Lo sé porque yo mismo los he visto.

-¿En dónde?

-En todos lados, al principio creí que eran fantasmas recorriendo los lugares, después me di cuenta de que estaban en todos lados, me veían, incluso yo veía como se alimentaban de la energía de las personas, cada cambio de humor, cada vibración negativa los hacía más poderosos. Aquella tarde del estruendo, cuando vi pasar a esa sombra en la sala todos estaban asustados. Incluso usted misma, no debería tener miedo ahora si no quiere que ellos se alimenten de usted.

-Por qué está aquí.

-La señora Marley...ella dijo que usted me ayudaría.

-Cómo sabe que no fueron ellos quienes se hicieron pasar por ella para hacerlo venir aquí.

-Es probable, todo es probable. Seguramente, nunca se me habría ocurrido venir sino hasta que una tarde me susurraron su nombre en el oído. Se lo conté a mi madre y pensó que mi insomnio me había provocado alucinaciones.

-¿Toma algo para el insomnio?, ¿alguna otra droga?

-Tomaba unas pastillas que me recetó el doctor pero las dejé porque no tenían efecto en mí. No es que no pudiera dormir, lo hacía durante el día, a veces sin darme cuenta de ello, el hecho es que cumplía mis horas de sueño aunque no fueran consistentes. 

-Usted debe dormir al menos 7 horas seguidas y el umbral  se alcanza cerca de las 3 de la mañana o las 4, es por ello que debe acostarse a más tardar a las 11 de la noche. Lo ideal sería que usted durmiera desde las 10:30 y no despertara en toda la noche.

-Lo que me pide es imposible, hago demasiadas cosas durante la noche. Es cuando más aprovecho mi tiempo. 

-Le voy a recetar algo pero necesita dormir, si no lo hace será imposible que logre recuperarse y dejar esas alucinaciones.

-Necesito que me ayude, una vez que los ves no puedes dejar de hacerlo. Ya no quiero seguir con esto, quiero recuperar mi vida, dejar de pensar.

-Trataré de ayudarlo, solo necesito tiempo.

-Tiempo...tiempo es lo que más tengo.


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