Veía pasar las horas en el reloj esperando que Lalo pronto bajara a cenar pero no lo hacía. La cena se enfriaba y empezaba a desesperarme. Me paré de la mesa y subí a la recámara, él estaba acostado leyendo un libro.
Tan pronto me vio desvió la mirada por un segundo y volvió a su lectura.
-¿Vas a bajar a cenar?, te hice una pregunta.
Frotó sus ojos y cerró su libro, se enderezó y se quedó un rato sentado en la orilla de la cama sin decir una palabra. Crucé los brazos hasta que finalmente prosiguió.
-Lo haré, tan pronto como termine de leer este capítulo.
-¿Y cuándo será eso?
-Pronto.
Eran cerca de las 12 de la noche cuando finalmente decidió bajar. Yo estaba sentada a un costado de la mesa fumando un cigarro que encontré en la alacena. Bebiendo una taza de café para mantenerme despierta.
Casi todo el tiempo estaba de mal humor y ya me estaba hartando de ello así que cuando por fin bajó, me puse en pie y lo encaré.
-Estoy ansiosa por irme, tengo la sensación de que todo va mal entre nosotros cada vez peor.
-Y no estas mal.
-Bien, supongo que será mejor que me vaya ahora.
-No pienso detenerte.
-No te pido que lo hagas.
-¿Me avisas entonces?
-No, fue un comentario al aire, algo que dije en voz alta, algo que a final de cuentas no debería interesarte.
-Tienes razón.
Subí a la habitación por mis maletas y mientras guardaba todas mis cosas él se detuvo frente a mi puerta.
Por un momento creí que diría algo pero no fue así.
Dejé la copia de la llave de la casa bajo el tapete de la entrada. Tomé un taxi en la esquina, no tenía idea de a dónde iría pero ya no quería estar ahí.
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