Habían pasado cerca de 20 años desde la última vez que escuchó ese nombre. Por esa razón, aquella mañana, mientras revisaba su correo le pareció extraño ver un mensaje en la bandeja de entrada perteneciente a él.
Su corazón dio un vuelco, el título del correo realmente no decía nada, podía ser desde una cadena hasta un simple "hola".
Dudó en abrirlo, mil recuerdos invadieron su mente, pensó en aquella sonrisa que iluminaba sus días, la forma en que su mirada la cautivaba y las lágrimas que corrieron el día en que se despidieron.
Luego de darle un trago a su café y de meditar un rato abrió el correo. Mientras deslizaba el scroll vio de reojo que el mensaje apenas alcanzaba un par de párrafos.
Entonces se animó a leerlo.
"Hola Sonia:
Soy Alan, espero me recuerdes, encontré tu correo en una lista del trabajo, tengo la esperanza de que aún te pertenezca, me gustaría mucho saber cómo estás, hablar contigo, tal vez salir a tomar un café.
Escríbeme."
No era como tal un correo apasionado, claro que no lo era, tenía años que no nos escribíamos y sin embargo estaba lleno de una cierta insistencia.
Cómo no responderle. De inmediato contesté a su mensaje. Estaba feliz de que me escribiera y sobre todo de saber de él.
"Alan!, qué maravillosa sorpresa saber de ti, espero te encuentres bien, yo estoy bien. Casi ya no uso esta dirección de correo, te mando mi nueva dirección, espero me escribas.
Sonia"
En realidad no había mucho que decir y sin embargo había tantas cosas que se quedaron en espera de ser expuestas.
Si volvía a escribirme desde luego que le respondería con algo más agradable, quizás me extendería. Estaba tan oxidada en esto del amor.
Claro que él nunca me habló de amor, pero por qué otra razón habría escrito si la última vez que nos vimos fue para decirnos adiós.
Una parte de mí corazón siempre le pertenecería porque le guardaba un cariño especial.
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