Aquel hombre del que se despidió afuera del hotel la miró antes de subirse a su auto. Quería decirle algo pero no se atrevió.
Ella se quedó parada en el parque viendo como se marchaba, el viento aventó su cabello sobre su rostro y pensó que quizás esa sería la última vez que lo vería.
Le sonrió y bajó la mirada esperando que eso fuera suficiente para que él se fuera, dolería menos si mostraba indiferencia.
-No hay taxis.
-Parece que no.
-¿Quieres que te lleve?
-No, esperaré una rato más.
-De verdad no creo que pase alguno.
-Está bien, no tengo prisa.
-Es que es tarde, no me parece bien que estés aquí esperando en especial estando sola.
-¿Ahora te compadeces de mí?
-Sue, sabes que las cosas no son así.
-Hace unos minutos me decías que deberíamos seguir nuestras vidas y ahora te preocupas por mí, vaya que me confundes.
-No me refería a que dejaras de interesarme por completo solo a que necesito tiempo, quiero pensar bien lo que voy a hacer con mi vida.
-Sabes que me sorprendería mucho que terminaras casado con alguien a quien probablemente conozcas en París.
-No va a pasar.
-Por favor, podrías jurarlo y aún así no te creería.
-¿Por qué?
-Porque la vida es impredecible.
-Te lo prometo, te lo juro, aunque no me creas lo haré. Volveré por ti.
-Como digas.
-Te amo, este corazón te pertenece.
-Deberías reconsiderarlo, tal vez te des cuenta de que no es así.
Ella sonrió nuevamente, dejó que el aire acariciara su rostro, se giró y continuó caminando, necesitaba sanar su corazón, olvidarlo. Probablemente regresaría, eso no lo sabía, tampoco le importó.
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