Sienna entró a la casa, era de mañana, no tenía reloj así que no podía saber la hora exacta pero el sol entraba por cada una de las ventanas del recibidor.
Escuchó risas provenientes del comedor, supuso que se trataba de su padre y su esposa de modo que decidió subir sigilosa a su habitación.
-Sienna -gritó Lola.
Ella se detuvo en el descanso de la escalera y sin girarse respondió.
-¿Qué pasa?
-Tu padre te espera en el comedor.
-No tengo hambre.
-Nena por favor ve.
-¿Para qué nana?, no quiero conocer a esa mujer.
-No empeores las cosas, ya está bastante furioso porque no pasaste la noche en la casa.
-Y quién se lo dijo.
-Se dio cuenta, llegó anoche y fue a buscarte a tu habitación. ¿En dónde estabas?
-Sienna -dijo el señor De Wit.
La joven volteó lentamente, cruzó los brazos y lo miró por encima del hombro.
-Hola papá -dijo y continuó caminando.
-¿Acaso no merezco un abrazo?
-Tal vez luego, estoy muy cansada y quiero ducharme.
El señor De Wit subió furioso las escaleras, Sienna se mantuvo firme y cuando él llegó hasta donde ella se encontraba sujetó su brazo.
-¿A dónde pasaste la noche?
-Tan pronto se te acabó la efusión por verme -dijo mirándolo a los ojos.
-No juegues conmigo jovencita.
-Afuera.
-¿Afuera?
Sienna esbozó una retadora sonrisa que terminó por desquiciar a su padre.
-Sí, afuera. En el jardín, en uno de los muchos autos que tienes -respondió fastidiada.
-¿Por qué?
-No lo sé, se me ocurrió.
-Entiendo que estés molesta conmigo porque te dejé en el internado pero estás a punto de cumplir la mayoría de edad, esperaría un poco de madurez de tu parte y esa actitud tuya me parece muy infantil.
-Mira si quieres regañarme hazlo en otro momento, quiero irme a domir.
-Estuviste bebiendo, cierto.
-Eso es algo que no te incumbe.
-Te equivocas jovencita, soy tu padre y tengo derechos sobre tí.
-Los perdiste cuando me abandonaste en el internado.
-Bueno y qué más podía hacer, estaba solo, no podía con toda la carga.
-En serio no podías, o fue un pretexto para rehacer tu vida.
-Ah ya veo, todo este berrinche es porque me casé. temo que no tienes más remedio que aceptarlo y comportarte.
-O sino qué, ¿piensas enviarme de vuelta al internado?, ¿enviarme a un convento o algo? No me hagas reír.
-¡Basta!
-Oh tranquilo señor Wit, no quiere que su esposa lo escuche gritar, podría asustarla. Si me disculpa iré a darme un baño y a dormir un poco. Más tarde tengo cosas que hacer.
Sienna continuó subiendo las escaleras ante la atónita mirada de su padre y de Lola. Cuando entró a su habitación cerró con llave y se tumbó en la cama. Cerró los ojos hasta quedarse dormida.
Cuando abrió los ojos ya estaba oscuro. Tomó sus cosas y salió de la casa a hurtadillas. Los autos estaban cerrados y esta vez no pudo tomar uno.
Estaba furiosa, salió de la casa y caminó por la carretera intentando alejarse lo más posible de su padre y de la mujer que había ocupado el lugar de su madre.
Se detuvo en un mirador que se encontraba a orillas de la carretera observando la playa. Necesitaba huir de esa casa y todo se veía tan sencillo, su padre no la buscaría porque estaba más ocupado en sus cosas.
-Sienna.
Ella se giró al escuchar una voz conocida, las luces de la farola que iluminaba detrás suyo impidieron que pudiera ver su rostro. Frunció el ceño y entre cerró los ojos.
Fue hasta que él estuvo frente a ella que descubrió quien era. Se trataba del amigo de Mau, ese insistente chico que quería acompañarla a casa del cual poco, más bien nada sabía.
-Qué haces aquí.
-Lo mismo que tu.
-Y qué, según tu estoy haciendo.
-Escapando.
Ella sonrió y se mordió el labio inferior.
-Sí -respondió casi murmurando y siguió observando la playa.
-¿Quieres nadar?
-¿Ahora?
-Por qué no.
-Podría enristra una serie de cosas por las cuales no es buena idea ir contigo a nadar.
-Dime una.
-No sé quién eres.
-El amigo de Mau.
-¿Tienes nombre?
-Ahora estás interesada en saberlo.
-No lo sé, tal vez. Qué te convencería de querer saberlo.
-El tiempo -susurró y brincó la baranda corriendo hacia el mar.
-¡Hey! -gritó mientras trataba de alcanzarla- ¡Espera!
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