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Anna.

Anna entró a la cafetería, abrió el periódico y se apresuró a buscar en el alguna nota que hablara sobre la captura de Hammer. De nuevo, otro día sin tener noticias de su paradero. Pensó por un momento que podría estar muerto, quizás por eso nadie hablaba de él pero seguramente su muerte sería una noticia que acapararía los titulares de los periódicos.

Cerró el periódico y frunció el labio, necesitaba volver a Hill Crest, saber cómo se encontraba Jeffrey, qué había pasado con Craig. A final de cuentas ella no era culpable de nada, al menos eso creía.

Cruzó los brazos por encima de la mesa y recargó su cabeza sobre ellos, llevaba días sin dormir y lucía demacrada. Además tenía poco dinero y mucha hambre.

La mesera se aproximó de inmediato y le sirvió una taza de café y le dio una galleta.

-¡No! -hizo una pausa-, es que no tengo dinero.

-No es nada -dijo y se dirigió a servir a las mesas.

Anna observó la galleta pudo devorarla en ese momento pero sabía que si la guardaba tendría comida para después, tomó una servilleta y la guardó dentro de su sudadera, luego se llevó las manos a la cara. 

Un joven se sentó a su lado, la miró intrigado y con insistencia pero ella no volteó, ni siquiera se percató de su presencia.

-No hay mejor lugar para comer galletas que aquí, Lola tiene un sazón sensacional. Lástima que no sea comida para llevar.

Ella abrió los dedos y giró levemente la cabeza, lo atisbó furiosa, se sintió humillada. Sacó la galleta y la colocó nuevamente sobre el plato arrimándolo hacia donde él se encontraba, luego se puso en pie y se dirigió a la puerta sin decir una palabra.

-¡Espera! -trató de sujetarla del brazo.

-¡Qué te pasa!,  no me estoy llevando nada.

-No lo dije por molestar solo intentaba sacarte de tus pensamientos, parecías preocupada y me pareció que necesitabas ayuda.

-¿Te pareció?

-Lamento haberte ofendido, quería...es que te vi ahí sufriendo y quería ayudarte.

Ella guardó silencio, cruzó los brazos tratando de calentarse un poco, la sudadera que llevaba era muy delgada y hacía frío aquella mañana.

-Te propongo algo, por qué no volvemos adentro, me dejas compensarte y te invito un café.

-No creo que sea buena idea.

-Por favor, dame una oportunidad.

-No me conoces, por qué quieres que te disculpe.

-Porque me porté como un patán, por favor.

Él sonrió y un par de hoyuelos aparecieron a los costados de sus labios.

-Hace frío, estas sola y también yo lo estoy. No quiero pasar otro día solo, podrías hacerme compañía.

-¿Por qué estas solo?

-Te lo contaré adentro.

Le sonrió y tan pronto como él abrió la puerta de la cafetería ella se enderezó y caminó aparentando que no tenía frío.

Anna trató de sentarse en el mismo lugar pero él tomó su taza y su plato y los colocó sobre una de las mesas que estaban frente a la barra. Entonces ella se acomodó en la silla.

-Soy Ethan Brown y tu, cómo te llamas.

-Soy, me llamo Anna.

-Anna, ¿tienes apellido?

-Solo Anna.

-Solo Anna -repitió intrigado.

-Por qué estás solo.

-Porque así lo quizo el destino -dijo observando una argolla que llevaba en el dedo.

Anna se sintió engañada, estuvo apunto de ponerse en pie e irse pero él prosiguió.

-Mi esposa murió hace un año, estaba embarazada.

-Lo siento.

-Yo lo siento más.

-¿Cómo pasó?

-Un accidente. Le encantaban las galletas de este lugar, me gusta venir y pensar que ella entrará por esa puerta en cualquier momento. ¿Cuál es tu historia?, sé que no eres de aquí.

-Cómo puedes saberlo.

-Es un pueblo pequeño, todos nos conocemos aquí, no hay muchos lugares que frecuentar.

-Ah.

-¿Por qué estás aquí?

Anna guardó silencio, aprovechó la oportuna presencia de la mesera para cambiar el tema de la conversación.



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