Sentado frente a su escritorio, sosteniendo un vaso medio lleno de licor, Dan pensaba seriamente en lo que haría con Aidé.
Si la aceptaba de vuelta sería solo por complacer a su madre, no quería que sufriera con las murmuraciones de la gente, a él eso lo tenía sin cuidado.
Para él su dignidad era más importante y estaba por encima de las habladurías y el "qué dirán".
Soltó el vaso y se recargó en el respaldo, giró su silla hacia la ventana, afuera había empezado a oscurecer.
Ella de ninguna manera merecía otra oportunidad, lo había engañado y jamás volvería a confiar en ella, ni aunque le jurara que no volvería a hacerlo, ni aunque se pusiera de rodillas, nada lo haría cambiar de opinión pero estaba su madre, quién le había suplicado aceptarla y actuar como si nada hubiera pasado, al menos hasta que naciera el bebé que ni siquiera sabía si era suyo.
Alguien tocó un par de veces a la puerta, él no respondió, entonces la puerta se abrió tras de ellas y su madre entró al estudio.
-La cena está lista.
-No tengo hambre.
-Deberías comer algo, podría hacerte mal, llevas varios días sin comer.
-No tengo hambre -insistió de mal talante.
Su madre se quedó de pie un par de minutos frente al escritorio sin decir una palabra más y entonces bajó la mirada y lo dejó solo.
Dan se puso en pie, siguió observando hacia el jardín, vio en la entrada a Aidé y cuando Jacinta le abrió la puerta.
Sintió que la sangre le hirvió tan solo de verla. Se apartó de la ventana y sirvió otro vaso de licor, esta vez lo llenó hasta el tope y lo bebió de golpe.
Era una cínica, cómo era posible que se apareciera así nada más en la casa, ¿acaso no tenía vergüenza?
Aidé tampoco estaba muy feliz con la idea de volver a la casa pero no tenía a dónde ir y estaba embarazada, ella sí tenía la seguridad de que el bebé que esperaba era de Dan. Desde que se casó con él no había tenido nada más con Joel. Además estaba arrepentida y quería cambiar, qué mejor manera de hacerlo sino estando cerca de Dan.
Pensó dos veces antes de irlo a buscar, sabía que a esa hora seguramente estaría en el estudio. Se acomodó el cabello y desabotonó su blusa, creyó que aún podría provocarlo un poco. Tocó a su puerta. Dan intuyó que se trataba de ella de modo que no respondió, apagó las luces y se acomodó en el sofá, lo que menos deseaba en ese momento era hablar con ella.
A la mañana siguiente cuando los primeros rayos del sol aparecieron y el gallo empezó a cantar Dan abrió los ojos, hacía frío. Se levantó del sofá y se dirigió a su habitación.
En el pasillo encontró a Jacinta, ella lo saludó sin alzar la mirada, sabía que cuando el señor estaba enojado no había que molestarlo con nada, ni siquiera con un amable saludo.
Él azotó la puerta de su habitación. Aidé despertó, se arrepintió de haber ido a la hacienda y estremecida se cubrió con el cobertor hasta el cuello. Dan nunca la perdonaría del todo.
Pensó que cuando el bebé naciera las cosas cambiarían, él se endulzaría nuevamente cuando tuviera a su hijo entre sus brazos y probablemente la perdonaría, a final de cuentas su aventura con Joel era cosa del pasado.
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