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¿Cómo respiras con el corazón roto?



Eran las 00:00 horas, oficialmente el día de mi cumpleaños, el día no pintó mal y de pronto sin que me diera cuenta pasé del entusiasmo a la decepción.
¿Por qué?, ¿merecía esto?, merecía esto justo el día de mi cumpleaños, pudo ser cualquier otro día pero no.
Al principio creí que era una jugada de mal gusto y después vi que era cierto, mi corazón se quebró, más aún cuando vi que no tenía ni una nota en el buzón.

¿Cómo respiras con el corazón roto?, ¿de dónde sacas las fuerzas para seguir si no encuentras una razón?
Tomé una profunda bocanada de aire, inflé mis pulmones y luego saqué todo lo que tenía dentro. 
La cabeza me dio vueltas, decidí tumbare en la cama y mirar fijamente hacia el techo, a lo lejos escuchaba el tic tac del reloj que estaba en la pared y luego un par de golpes a la puerta me hicieron enderezar. Vi su sombra en el pasillo, daba de vueltas sin detenerse, parecía ansioso.

Me levanté de la cama y me acerqué hasta la puerta, lo vi por el visillo. No quería hablar con él, tenía el corazón roto y hablar bajo esas circunstancias no era lo adecuado, se dicen cosas que no te atreves a decir cuando estas bien, se quiebra la confianza, los lazos, no, no lo haría.

Cerré los ojos y me quedé dormida un par de minutos, quizás horas, no me fijé en el reloj pero para cuando los abrí él estaba a mi lado, tenía su brazo sobre mi cintura y se aferraba a ella.

Su furia se había disipado, a pesar de todo me amaba. En ese momento pensé si era una víctima más de la violencia por dejar que él se molestara de la nada conmigo, me hiciera sentir mal y luego tratara de compensarlo con una caricia.

Me puse en pie  y salí de la habitación, eran las 4 de la mañana. Me cambié y salí rumbo al gym, tenía que ocupar mi mente en otra cosa. Lo que menos deseaba era volver a casa.

Como era de esperarse él fue a buscarme al ver que eran las 9 y yo aún no regresaba. 

Se paró en la puerta, no podía entrar al gym porque no era socio. Supe que no se iría sino hasta verme y también estaba segura de que pronto llamaría a mi celular, apagarlo no serviría de nada.

Cogí mis cosas y salí del gym, esquivé su mirada y me abrazó con todas sus fuerzas.

-Lamento lo que pasó, hice mal lo sé. Era tu cumpleaños y...lo siento mucho, te amo.

-Hace tanto que no lo decías.

-El que no lo diga no significa que no lo haga.

-Te portaste como un idiota.

-Perdóname.

Nos tomamos de la mano y atravesamos el parque. Había exagerado, solo no me había enviado una postal el día de mi cumpleaños, no es como que me se hubiera olvidado de mí.
Más tarde ese día mientras trabajaba reflexioné sobre lo importante que era sobrellevar las emociones, aquella inteligencia emocional de la que carecemos y que nadie fomenta en la infancia.

¿Tan difícil es controlarse?, pensar con la cabeza fría antes de actuar o reprochar. 

Cerré los ojos y pensé en nada, me dejé llevar por la calma que había en ese momento en la oficina. Me puse en su lugar y entonces comprendí todo. 
Cuando dieron las 6 de la tarde y salí de la oficina me lo encontré en la esquina, me recibió con un profundo beso, lo miré fijamente a los ojos, el amor no se demuestra con pedazos de papel, ni con regalos, el amor es esa parte intangible que te llena el alma.
Mi corazón había sanado, sentí una profunda calma.

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