Amaneció con una tremenda tormenta que casualmente no había sido anticipada por los noticieros el día anterior.
Anna abrió los ojos y se acurrucó en la cama, escuchó al viento soplar mientras las ramas del árbol que estaba junto a su ventana golpeaban como si quisieran entrar.
En el reloj eran apenas las 4 de la mañana, sintió un tremendo regocijo por no tener que levantarse aún, sin embargo, pensó que probablemente seguiría lloviendo el resto del día.
Parpadeó un par de veces y sin darse cuenta se quedó dormida, cuando volvió a abrir los ojos ya eran las 6, su reloj sonó inmediatamente. Tenía que ir al trabajo y se hacía tarde, Loreline no iría hoy a la cafetería y ella tenía que abrir.
Hacía mucho frío, cubrió su garganta con la bufanda que llevaba y jaló la puerta hasta que entró a la cafetería. La noche anterior no habían lavado la cafetera y el filtro estaba sucio y el café pegado en la jarra.
Tan pronto cambió el letrero por abierto un hombre alto entró, se sentó en una de las mesas del fondo y dobló el periódico que llevaba en las manos y lo colocó encima de una de las sillas. Cruzó la pierna en escuadra y miró hacia la ventana.
Anna se acercó con la carta, él agregó.
-Ristreto por favor.
Anna se retiró de la mesa llevándose la carta consigo, él levantó la cara tan pronto ella se marchó y la observó en silencio, aquella chica tenía una intrigante belleza. Era altiva, callada por un segundo le pareció que sus ojos lo miraron con desprecio. Se puso en pie y se acercó a ella tan pronto vio que estaba preparando su café.
Cuando ella se giró dio un brinco tan intenso que derramó el café sobre su mano y soltó el vaso.
-¡Demonios!
-¿Estás bien?
-No, mierda -dijo y caminó hacia el lavabo.
-Déjame ver eso.
-¿Eres doctor?
-Sí -él la miró de reojo-. No.
Anna lo miró desconcertada y luego de unos segundos reaccionó.
-Esta área no es para clientes por favor vuelve a la barra.
-Fue mi culpa que te lastimaras.
-No importa -dijo y se enredó una toalla en la mano-. Te prepararé otro café.
-Necesitas ir al médico.
-No tengo tiempo para eso, estoy sola y no puedo dejar la cafetería.
-Tendrás que hacerlo, te llevaré al hospital.
-Es solo una quemadura no pasa nada.
-Es una herida que se puede infectar si no tienes los cuidados necesarios. Vamos, toma tus cosas, no demoraremos.
Él se acercó a la puerta y volteó el letrero de la entrada.
-Hablas en serio.
-Desde luego.
Anna tomó sus cosas y caminó hasta la puerta.
-De verdad considero que es innecesario, harás que pierda mi trabajo.
-Si eso pasa veremos como resolverlo.
Ambos caminaron por la calle, aún era temprano y casi no había gente. Él la siguió observando discretamente mientras caminaba, había algo en ella que lo mantenía interesado.
-Mira no quiero sacarte de tu rutina, iré sola al hospital, te contaré mañana cómo me fue.
-Si te dejo no irás.
-Lo haré, lo prometo solo que más tarde, de verdad debo volver al trabajo.
-Johnathan, soy Johnathan.
-Lo sé, lo he visto en tu tarjeta de crédito pero no quería parecer entrometida.
Tras llegar al hospital se sentaron a esperar y mientras lo hacían empezaron a hablar.
-¿Por qué trabajas en ese lugar?
-Me permite hacer otras cosas.
-Cómo cuáles.
Anna bajó la mirada y se sonrojó.
-Qué pasa, te incomodan mis preguntas.
-Creí que eras más del tipo callado, ya sabes nunca hablas cuando vas a la cafetería, siempre sigues una rutina y eso.
-Por lo general tengo el tiempo medido.
-Qué pasó hoy.
-Dejé de medirlo.
-Que chistoso -hizo una pausa y prosiguió-, estudio en mis ratos libres.
-Qué estudias.
-Psicología.
-Interesante.
-A qué te dedicas.
-A nada importante.
-Anna Copper, Anna por favor pasa al consultorio 2.
Ella se levantó de la silla y se perdió entre la multitud, John esperó paciente a que saliera.
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