“Mañana exhuman los restos.
Tras una denuncia anónima el nombre de Doña Dolores Aragón vuelve a ocupar la atención general pues, las autoridades han ordenado se exhumen sus restos de inmediato con la finalidad de practicarle una autopsia que determine las verdaderas causas de su muerte.”
Completamente pálida y a punto de desvanecer escuchó una voz familiar muy cerca de su oído que la sostuvo convenientemente de los hombros.
-Tantos mundos, tanto espacio…
Él estaba tan cerca cuando se giró que la estremeció.
-Tu -dijo con desprecio.
Él sonrió y sus ojos se iluminaron al verla en cambio Romina sintió un profundo desagrado.
Alfonso Molina era el autor de la nota que casi la hace desfallecer. Era el único periodista que tenía el valor de encarar a la familia Aragón y que no tenía miedo a las represalias.
Alfonso y Romina habían sido compañeros en la universidad. Él se había graduado dos años antes y tenía un sincero interés en ella que el tiempo no había mermado.
-En serio no esperaba encontrarte aquí -dijo y la miró de pies a cabeza-, luces diferente, nada que ver a la joven que recuerdo, es decir siempre has sido hermosa pero ahora tienes un brillo especial.
-También tu has cambiado.
-Esperaba hacerlo. Ha pasado qué, 1 año desde que no nos vemos.
-Algo así.
Alfonso cortó su larga cabellera rizada, ya no usaba anteojos y había dejado de usar sus viejos jeans rotos de la rodilla. Tomó una profunda bocanada de aire e infló el pecho, ya no era aquel joven delgado, ahora tenía un cuerpo más atlético, usaba ropa formal y se veía realmente interesante.
Mientras hablaban, más de una mujer se giró a verlo.
-Veo que te llamó la atención mi artículo.
Romina frunció el ceño y bajó la mirada.
-A decir verdad me impactó que siguieras interesado en los Aragón, creí que las intimidaciones de mi tío Ricardo mermarían tu interés.
-Colecciono demandas, con esta nota planeo llegar a la decena -bromeó.
-¿Por qué lo hiciste?
-Tengo un amigo en la policía que me dijo que recibieron un anónimo en el cual cuestionaban el accidente que le arrebató la vida a tu tía.
-Un anónimo.
-Sabes que la muerte de Lola nunca fue esclarecida a pesar de que las condiciones en las que murió fueron bastante turbias.
Romina frunció el ceño y guardó silencio. Alfonso la miró con ternura.
-¿Cómo has estado? -preguntó cambiando la dinámica de la conversación.
-Bien.
-Supe lo de la herencia, felicidades.
-Esperaba que hicieras una nota al respecto.
-No haría nada que te lastimara. Si escribo de tu familia es porque sé lo mucho que los detestas, de otra forma no lo haría.
-Gracias.
-¿Viniste a algún bar?, es decir quedaste de verte con alguien o…
-No, no yo -hizo una pausa y lo observó fijamente a los ojos, miles de recuerdos invadieron su mente desde el momento en el que lo vio por primera vez en el salón hasta aquella tarde en que se despidieron en el estacionamiento de la universidad en el que él le robó un beso-. Olvidé unas cosas en la oficina y voy hacia allá, necesito terminar mi trabajo hoy mismo.
-¿Sigues trabajando para DUMAS?
-Veo que estás muy bien enterado de mi vida.
-Tengo uno de tus libros.
-El único que publiqué.
-¿Piensas dejar de escribir?
-Estoy en otras cosas.
-No deberías dejar de escribir tienes mucho talento.
-Lo dices por adularme.
-Solo digo la verdad.
-Gracias. Me encantaría quedarme a platicar contigo pero de verdad necesito llegar a la oficina antes de que cambien de turno.
-Lo entiendo, quizás en otro momento.
-Quizás -bajó la mirada y sonrió gritando entre la multitud que caminó entre ellos.
-Lamento lo de tu boda.
-No hay nada que lamentar, solo la pospusimos.
-Claro. Hey conozco un lugar en la condesa, tocan música en vivo los sábados, de hecho un amigo toca la otra semana -dijo y sacó su celular- Me encantaría invitarte a tomar un trago o algo, por los viejos tiempos.
-Claro.
-¿Me darás tu celular?
-Claro, anotaré mi teléfono, después puedes mandarme un mensaje y guardaré tu número -dijo y extendió su mano para que él se lo diera.
-¿En dónde está tu celular?
-Lo dejé cargando en mi departamento.
-No deberías salir sin teléfono.
-Lo sé pero tenía una emergencia.
-¿Quieres que te acompañe a DUMAS?
-No es para tanto.
-Ya es tarde, la ciudad es peligrosa para una chica como tu.
-Estaré bien, gracias.
-De acuerdo -sonrió-, pero si necesitas algo no dudes en llamarme.
El semáforo marcó el verde y la gente empezó a empujarlos al ver que no se movían de lugar. Romina se ruborizó, la presencia de Alfonso la inquietó.
Le pareció increíble que a pesar de los años que habían pasado sin verse él finalmente la hubiera intimidando.
-Me dio mucho gusto verte -dijo y la abrazó demostrando el afecto que le tenía.
Romina cruzó la calle, volteó un par de veces antes de entrar al pasillo que conducía hacia la glorieta, correspondió a la sonrisa de Alfonso hasta que este se perdió en medio de la multitud.
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