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El arrepentimiento de Lilith.

 La pequeña habitación en la que Lilith se encontraba estaba pintada con un chillante color azul rey, tenía cuadros en las paredes, pinturas de flores que la ponían nerviosa.

Estaba recostada en la cama, volteándose cada 20 segundos, soplándose con la mano y enroscando su cabello de diferentes formas para no lastimarse el cuello.

Cuando por fin cerró los ojos escuchó un par de risas en el jardín, furiosa se levantó de la cama y salió al balcón. 

Sebastian jugaba en el patio con un pequeño, sonreía mientras el niño intentaba quitarle el balón de las manos.

-¡Vamos tío, lanza el balón!

-Ya es hora de que te vayas a dormir, si tu mamá se entera de que estás despierto me matará a mi y te matará a ti.

-¡Hey! -gritó furiosa-,  tratamos de dormir.

-¿Lo ves? despertamos a Lili -susurró riéndose.

El pequeño tomó el balón y se perdió entre las macetas que su abuela tenía en el patio. Sebastian se posó debajo de la ventana de la joven.

-¿Vas a cantarme una canción?

-No.

Lili pensó en volver al interior de la habitación, entonces vio que Sebastian empezó a escalar la pared deteniéndose de la enredadera hasta llegar a su balcón. 

-Estás loco, por qué hiciste eso.

-Pensé que querías hablar.

-No, no quiero hablar quiero dormir. No entiendo cómo puedes vivir en un lugar como este y sin aire acondicionado, siento que estoy en el infierno.

-Puedes dormir afuera.

-Estás loco.

El aire era fresco, Lili se ruborizó, cruzó los brazos incomoda, mordió su labio y lo miró agitada.

-Bueno ya viste que estoy bien, ya vete.

-Bien -dijo y entró a la habitación.

-¡Oye no!, no quiero que te vean salir de mi habitación, qué va a pensar tu abuelita o tu hermana.

-Ellas están dormidas -dijo poniendo la manos sobre el picaporte.

-No puedo domir -interrumpió-, siento una terrible opresión en el pecho tan pronto como todas las luces se apagan. Quisiera hablar con mi abuelo, decirle que estoy bien.

-Sabes que no podemos hacerlo sin ponerte en riesgo.

-Cuanto tiempo estaremos aquí.

-Hasta que me digan que es seguro volver.

-Por qué no me dejas ir, les diré que te golpee y...

-Tu me golpeaste a mí.

-¿Crees que no podría hacerlo?

-Oh no, de verdad creo que lo harías e incluso que me lastimarías pero también creo que no podrías ir muy lejos, las cosas no son tan simples como crees.  

-Podría incluso llegar a la frontera sin que me alcances.

-Bien, por qué no refinas tu plan y lo discutimos mañana.

-Lo discutiremos si me encuentras aquí al amanecer.

-Sé que no irás a ninguna parte, viste el desierto que rodea la casa, si te pierdes morirás en menos de 12 horas.

-Tan estúpida crees que soy.

-Nadie sugirió que lo fueras.

-No es la primera vez que escapo -respondió pensativa.

-Lo sé.

-Cómo que lo sabes.

-En la agencia tenemos expedientes de los clientes, sé que huiste de casa y volviste al día siguiente por tu cuenta.

Su mirada se entristeció al recordar la razón que la hizo volver.

-Fue muy estúpido de mi parte pensar que podría huir sin dinero, solo llevaba las tarjetas de crédito y papá las bloqueó. Vendí lo que llevaba encima, creyeron que era una especie de adicta o algo -lanzó una carcajada. ¿Todo eso decía el informe?

-Mas o menos.

-Debería ser ilegal obligar a los hijos a hacer cosas que no quieren.

-Es un país libre, no creo que te estén obligando a casarte con...

-¿De verdad?

-Si lo hacen, me obligan a casarme con él porque mi padre cree que al unir los capitales podrá salir de sus problemas financieros sin que nadie se entere. Todo es apariencias con ellos, poco les importa lo que siento o creo. Tu vida parece menos complicada, tu abuela es increíble.

-Tu abuelo también lo es.

-Sí pero él no se mete en las decisiones que toma mi padre.

-¿Le has dicho que no quieres casarte?

-No, para qué.

-Estoy seguro de que tendrás su apoyo.

-Tal vez, nunca lo sabremos porque tan pronto regrese con ellos será para casarme y de eso también tu serás cómplice.

Sebastian frunció el ceño, la miró fijamente  y se recargó en la baranda.

-¿Me culpas de tu falta de carácter?

-No.

Antes de marcharse añadió.

-Mañana habrá una fiesta en el pueblo, mi abuela quiere que la acompañemos, le dije que no querías salir y.

-¿Bromeas?, desde luego que quiero ir, cualquier cosa es mejor que estar encerrada.

-No quiero que nadie te vea.

-¿Te doy vergüenza? -bromeó.

-Sabes a lo que me refiero.

-Antes te quejaste de mi falta de carácter, bueno, quiero ir e iré aunque tu no lo quieras. 

Sebastian sonrió, salió de la habitación y Lili se sentó en la orilla de la cama observando las estrellas  que se veían a lo lejos.


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