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Dos palabras.

El mujeriego Daniel Weaver llegó a Crowford una lluviosa tarde de verano. Bajó del tren con todas sus maletas y espero a que el chofer de la familia pasara por él.

Mientras esperaba entabló amistad con al menos 3 mujeres, dos ellas le ofrecieron su casa, la última era la vendedora que estaba en la taquilla.

El señor Weaver, padre de Daniel, estaba delicado de salud, de manera que Daniel no había tenido más opciones que volver a casa y enfrentar a su madre.

Clare, su hermana menor también se encontraba en la casa pero ella no representaba mayor problema, en especial porque era sumisa y obediente.

Clare tenía 18 años, el cabello rizado, ojos grises y piel pálida, era flaca como una tabla a decir de Daniel. La genética no la había favorecido porque a diferencia de su hermano no era tan atractiva como él.

Daniel le llamaba ratona, porque siempre se escondía en los rincones cuando alguien llegaba a la casa.

A diferencia de Daniel, ella era tímida, discreta, prefería la compañía de los libros a las conversaciones, no es que no tuviera qué decir, es que lidiar con la gente le disgustaba.

Daniel en cambio era sociable, vanidoso, prepotente debido a su gallardía. Era alto, tenía los ojos claros, la piel rosada y el cabello caoba, una divina sonrisa con dientes perfectamente alineados. Era muy popular con las mujeres y estaba acostumbrado a robar la atención en las reuniones.

Para Clare la presencia de su hermano no resultaba agradable, mucho menos ahora que su padre estaba enfermo y que ella se ocupaba de administrar los gastos de la hacienda.

Tras varios minutos de espera infructuosa, Daniel decidió aceptar la ayuda de una mujer que se ofreció a llevarlo a su casa.

Cuando finalmente llegó lo primero que encontró fue a su madre parada en el recibidor, le extendió los brazos y lo estrujó hasta sacarle el aire. Él soltó sus maletas y luego del acalorado recibimiento, se quitó el saco, subió las escaleras y se dirigió a la habitación de su padre.

El señor Weaver tenía unas cánulas en la nariz, extendió su mano para que él se acercara y entonces Daniel se hincó a un lado de su cama y acarició su rostro.

Minutos después apareció Clare con una charola entre sus manos, Daniel tuvo que voltear dos veces al verla, ella no era la misma mujer que recordaba, incluso dudó que se tratara de su hermana.

-Necesito que salgas, tengo que darle sus medicinas.

-¿Clare?

-Daniel.

-Vaya recibimiento, esperaba un poco de efusión, después de todo no nos hemos visto en mucho tiempo.

-Seis años.

-¡Seis años!, creí que eran menos.

-Si tan solo te hubieras dignado a escribir.

-No empieces con los reproches, no estoy de humor para recibirlos y mucho menos de ti.

-Entonces a qué viniste.

-Mamá me escribió una carta, necesitaba hablar con ella y ver a papá.

-Que ironía que sea la enfermedad de nuestro padre la que te haga volver y no la necesidad de vernos.

-Por qué ironía.

-Porque de otra forma no habrías vuelto.

-Iba a hacerlo, cuando resolviera mis pendientes. 

-Tus pendientes o cuando se acabara tu dinero.

-Eso no te interesa.

-Me interesa porque si no lo sabes tenemos muchas carencias económicas, no podemos estar dilapidando el dinero en tus caprichos. 

-Para eso es el dinero. Además también tu pareces haber usado un poco de el porque estas divina.

-Crecí Daniel, creíste que solo tú heredarías la belleza de la familia -preguntó irónica.

-A decir verdad sí, cuando me fui eras tan insignificante, tan poco atractiva.

-Es una lástima, tanto dinero desperdiciado en ti y no tienes ni una pizca de tacto.

-Eres muy hostil, ¿no conoces el sarcasmo?

-Sí pero no acostumbro usarlo, tengo modales y es una falta de respeto hablar con familiaridad a las personas con quienes llevas tiempo sin relacionarte.

-Que aburrida, eres mi hermana, ¿necesitas que te avise cuando pretenda hacer un comentario que te moleste?

-Eres como una piedra en el zapato, no sé a que viniste. Quieres salir, no quiero que se pase la hora de la medicina.

-Bien, iré con mamá. Invité a un amigo a pasar unos días y necesito que le preparen una habitación.

-Ya no tenemos sirvientas.

-Que conveniente, me imagino que ahora tu te ocupas de la casa.

-Cada quien se hace cargo de sus deberes.

-No pretenderás que yo lave mi ropa y haga mi desayuno.

-Por qué no, tienes manos.

-Hablaré con mamá.

-Haz lo que quieras. Sabes Daniel, es insensato que traigas vivitas cuando papá está tan enfermo.

-También es mi casa no lo olvides.

-Para mí desgracia no lo olvido pero esperaba un poco de comprensión de tu parte.

-Mi amigo llegará el viernes.Es alguien importante y no está acostumbrado a pasar carencias.

-No veo cómo lograrás eso, en casa lo que menos tenemos son comodidades. Si quieres lujos tendrás que pagarlos de tu bolsa.

-Ya lo veremos.

-No sé de donde pretendes que salga el dinero.

-Hablaré con mamá.

-Haz lo que quieras, no te dará ni un centavo para tus caprichos, todo el dinero que tenemos es para las medicinas de papá.

-No molestes a tu hermano -musitó con la voz entre cortada.

-Bravo Clare, alteraste a papá.

-Sal Daniel, debo darle la medicina, hablaremos después.

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