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El señor Parker.

Tratando de olvidar su pasado y todo lo que lo ataba a el, Scott Parker estaba de visita por Marruecos. Necesitaba reinventarse, pensar profundamente en qué haría con su vida ahora que  se había visto obligado a aceptar el divorcio.
Sabía que Irina estaba con Duncan y que ambos tendrían un hijo, un hijo que estuvo dispuesto a amar y a quien pensó darle su apellido si ella no se hubiese ido de su lado. Habría dado todo con tal de tener la felicidad que Duncan le había robado.

Le dio un último sorbo a su té, tomó el libro que recién había comprado y se puso en pie. Se desplazó por aquellas calles llenas de gente y ruido. Caminó entre los puestos de flores y especias que destacaban entre los tonos sepias del lugar en el que se encontraba de paso.

No podía engañarse, aún amaba a Irina y siempre lo haría. Aún la deseaba con todas sus fuerzas y tan solo imaginarla en los brazos de otro hombre lo llenaba de ira. 
Ni siquiera el haber conocido a Diana Gallager logró sacar a Irina de sus pensamientos y eso le dolía,  parecía un adolescente manipulado por sus emociones. 

Como si se tratase de un niño pateó una piedra que estaba en su camino y metió las manos en los bolsillos de su pantalón, bajó la cabeza y continuó caminando. Se sintió furioso, en el fondo de su corazón sabía que era una gran obsesión lo que lo ataba a Irina, no podía amarla tanto después de lo que había pasado, su mente no lograba entender por qué su corazón se aferraba a algo que ya no podía ser.

Trató de enfocarse en Diana, en las tardes que pasarían cuando llegaran a Egipto pero de nuevo Irina invadió sus pensamientos, imaginó su sonrisa, esos ojos avellana, hasta sintió la suave piel que envolvía a su divina figura.
Diana no se parecía en nada a ella. Era delgada, demasiado para su gusto, tenía el cabello siempre atado en un chongo y usaba lentes, era hermosa pero nunca como Irina, nadie sería tan perfecta como ella. A nadie le haría el amor con tanta pasión como se lo hacía a ella.

Lanzó un suspiro que lo hizo reflexionar. No estaba dispuesto a lidiar con ese recuerdo eternamente, no pretendía ser el fracasado de la historia, aquel que nunca logró superar a su viejo amor y que murió solo y olvidado, no, él era mejor que eso.
Algún día reconstruiría las piezas de su corazón y volvería a enamorarse de alguien pero, esta vez sería más cauto.

Soplaba el aire tibio y perfumado, percibió en el narcisos, hierbabuena y almizcle, antes no hubiera reconocido ni un aroma pero desde que estaba con Diana todo era diferente,  entonces vio las cosas con mayor claridad y por un segundo logró separarse del recuerdo que lo ataba a su pasado.

Diana, sí. Tal vez no era ella con quien terminaría sus días pero era alguien que lo alejaría un poco más de su pasado.

Aquella tarde el sol se posó en el horizonte tornando el cielo naranja, las construcciones se volvieron simples siluetas y entonces se detuvo en medio de la calle, puso su libro bajo el brazo y cerró los ojos.
Dejó que su rostro se cubriera por completo con los últimos rayos de sol de aquel día, sintió las vibraciones de la tierra y como el viento susurraba en su oído.

Mañana, cuando amaneciera ya no estaría en Marruecos, cambiaría de rumbo, iría a otra parte, tal vez a Italia para visitar a su amigo o tal vez aceptaría la propuesta de Brandon.

Sí, eso haría, se reuniría con él en Londres y ambos partirían a Barcelona luego de unos días.





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